Mi pluma estaba inmóvil,
a escasos milímetros del papel. Creo que me pasé así un millón de
años o tal vez menos, no lo sé y tampoco me importó. Mi pluma
siguió en la misma posición, el papel siguió en la misma posición,
mi mano siguió en la misma posición, todo a mi alrededor parecía
haberse congelado, haberse estancado en un sueño sin fin. Mi pluma
estaba inmóvil y yo, yo no era más que nada. De repente, sin darme
cuenta, me levanté o eso creí, no sé, no estaba seguro de nada
porqué mi pluma estaba inmóvil, salí de la habitación, atravesé
el pasillo y bajé por las escaleras. ¿Porqué eres así conmigo?
Será el destino. Llegué a la
recepción y mi pluma seguía inmóvil, a escasos milímetros del
papel. Al salir a la calle, llovía, no me importó mojarme, no me
importaba nada. Préstame tu tiempo.
Quise coger un taxi pero en aquella noche de perros ningún gato
andaba suelto. Reseguí las calles con paso cansado o tal vez no
mientras caminaba bajo la lluvia torrencial sin dejar de hacerlo, sin
dejar de pensar mientras mi pluma seguía inmóvil, mientras el papel
se alejaba de mí a la velocidad de un amor perdido. Llegué sin
saberlo a una plaza y una vez allí me desabroché la camisa, me
descalcé y sin pensármelo mucho me sumergí en su fuente. El agua
estaba fría, la noche era fría pero no tuve la sensación de pasar
frío en ningún momento pues mi pluma estaba inmóvil. Hace
años un arcoiris apareció en mi corazón. Ahí sigue. Como una
llama encendida dentro de mí.
Nadie me vio o al menos eso creí y empapado en aquella noche
torrencial proseguí mi marcha hacía ninguna parte o tal vez hacía
ese papel que estaba a escasos milímetros de mi pluma, no sé, eso
ahora no importaba. Avancé por calles y más calles hasta llegar a
un bulevar donde había escuchado que se podían comprar sueños
ajenos a buen precio. No estaba seguro de qué iba a hacer y aún así
entré. Todo en cuanto al amor es una cuestión de tiempo.
No es bueno encontrarse con la persona adecuada muy pronto o muy
tarde. No encontré a nadie en
mi camino y tampoco encontré ninguna tienda de esas que pensaba
encontrar, nada parecía ser fácil en el devenir de mis pasos pero
nada importaba porque todo carecía de valor en aquellos momentos
pues mi pluma estaba inmóvil a escasos milímetros del papel. Abrí
los ojos y el papel seguía allí y mi pluma también. No había
resto de agua en mi ropa ni en mi cuerpo, no había movimiento en
ninguna parte a excepción del constante sonido de las manecillas del
reloj de pared de la habitación. Salí al pasillo y lo atravesé
hasta llegar a las escaleras mientras mi pluma seguía inmóvil a
escasos milímetros del papel. Ella encontró una forma
indirecta de rechazarme... pero de todos modos nada dura para
siempre. De repente algo pasó,
la pluma cayó sobre el papel y su tinta se vertió sobre él. Mi
mano siguió inmóvil a escasos milímetros del papel manchado de
tinta azul. Si alguna vez quieres volver, te cobraré lo
mismo. Cerré por fin los ojos,
entonces abrí mi mente. No me importa si me amas o no, de
cualquier manera yo te amaré. El
reloj de pared marcó las dos de la madrugada, no sé, tal vez fuesen
las tres o las cinco, que más da si mi vida estaba durando un millón
de años o tal vez menos, no lo sé y tampoco me importó.
Incomunicados
¿Me
llamaras?
No sé.
¿Tanto
te cuesta llamarme?
No es
que me cueste es simplemente que no sé.
¿Me
gustaría escuchar tu voz?
Y a mí
la tuya.
Pues
llámame.
No sé
sí lo haré.
Dime,
¿tanto te cuesta?
No, no
me cuesta, ya te lo he dicho.
¿Entonces?
Entonces,
¿qué?
No
seas así, llámame aunque solo sea una vez.
No sé.
Aunque
solo sea la última vez.
No sé
sí lo haré.
Dime y
sé sincero, ¿tanto te cuesta llamarme? Antes lo hacías a menudo.
No
sabría decirte sí lo haré o no, simplemente no sé.
Has
cambiado mucho.
Sí tú
lo dices.
Si,
has cambiado, antes estabas dispuesto a llamarme a cualquier hora.
Antes
era antes y ahora es ahora.
Entonces,
¿porqué no me llamas ahora?
Por
que lo hacía antes.
Pero
ahora ya es antes.
Contigo
todo siempre es ahora.
Entonces,
¿me llamaras?
No sé.
Todos los recuerdos son surcos de lágrimas.
(Wong Kar-wai)
Cuatro pequeñas botellas de agua
Cuatro
pequeñas botellas de agua encabezan mi escritorio. Una está llena
de agua, una vacía, otra medio llena y otra medio vacía. Las cuatro
botellas de agua conforman un cuadro muy clarificador, muy personal y
muy íntimo. No sé porque las tengo en el escritorio y tampoco sé
porque las puse ahí aunque lo que sí sé es que son el fiel reflejo
de mi vida. Tanto el agua como el plástico como el tapón como el
vacío que hay en tres de ellas son una clara muestra de como ha ido
mi vida hasta el día de hoy. Podría dar una explicación sobre cada
una de ellas, el significado de su agua, de su plástico, de su tapón
y hasta del vacío que en tres de ellas es manifiesto pero no lo
haré, no es necesario. Estas cuatro pequeñas botellas me acompañan
cuando me siento en mi escritorio, cuando mi mente vuela y cuando mis
febriles manos no se pueden estar quietas. Estas cuatro pequeñas
botellas, rellenas de agua y vacío, son algo más que lo obvio, lo
sé, lo siento aunque dar una razón también es del todo
innecesario. Las he colocado en el encabezamiento, no en el lado
derecho ni en el izquierdo donde abunda el espacio, las he colocado
intencionadamente en el centro, a modo de recuerdo constante, de un
modo tan particular que cualquiera que las vea se sentirá intrigado
por su posición. Debo decir que sus formas no son normales, no son
las típicas pequeñas botellas de agua que puedes comprar en un
colmado o un supermercado cualquiera, tienen una forma excepcional
pues su contenido, a pesar de ser agua, también es excepcional. Lo
que más me gusta de estas pequeñas botellas no es su forma ni lo
que contienen por muy excepcional que sean, lo que más me gusta es
lo que representan pero dar una explicación sobre ello, como he
comentado antes, es del todo innecesario. Por último decir que este
cuadro clarificador que son las pequeñas botellas de agua que
encabezan mi escritorio es una señal para mi eterna mejoría, para
mi anhelada rectitud y para aprender, si esto es posible, que a veces
las cosas son como son a pesar de no estar de acuerdo al cien por
cien con ellas.
Una
está llena de agua, una vacía, otra medio llena y otra medio
vacía...
…
como la vida misma, sin otra explicación posible.
Piaster
El
pequeño Piaster saltaba de letra en letra como si de pequeñas
huellas en el camino se tratasen. Seguía una senda, un camino que a
todas luces era desconocido salvo para él. Era el último de su
especie o al menos eso creía pues en todas sus aventuras nunca había
encontrado a nadie que fuese ni remotamente parecido a él. Se sentía
único, original, fuera de lo común y a través de ciertas letras
creaba una impresión que solo sabía hacer él. Decía que a través
de ellas uno podía conocerse pues a cada paso que daba, a cada letra
que pisaba se formaba una imagen, una especie de película donde se
podía entender muchas de las cosas que pasaban en este mundo. Cabe
decir que Piaster era más pequeño que el más pequeño de los
ratones, era más ágil que la más ágil de las gacelas y más
rápido que el más rápido de los acinonyx. Era un cúmulo de
propiedades que no respetaba las más elementales leyes de la física,
era como esa partícula que a pesar de existir nadie a descubierto
aún. Debemos aclarar que el pequeño, ágil y rápido Piaster nació
en un lugar dónde las letras no existían, en un sitio donde los
números eran inexistentes y en un espacio donde el vacío carecía
de sentido, nació en uno de esos lugares donde la imaginación está
tan presente que se puede respirar, en uno de esos lugares donde la
creación se manifiesta como la primavera, en uno de esos lugares
donde los dados de la fortuna tienen siete caras. Piaster, como unos
pocos saben, fue el único hijo de una familia numerosa y como tal
recibió las atenciones de todos y a su vez las peticiones de todos
pues todos sabían que era único, original y fuera de lo común. Su
infancia transcurrió en un pentagrama de luz, su adolescencia entre
pétalos de nubes y su actual madurez en las letras que una y otra
vez conforman historias que a su vez le confieren voluntad a cada
paso que da y a cada salto que ejecuta como sí de pequeñas huellas
en el camino se tratasen.
En
definitiva, Piaster era un amigo, un alma y un ser donde se podía
entender muchas de las cosas que pasaban en este mundo, eso sí...
…
letra a letra, paso a paso.
Ad litteram
No
cambies lo que más quieres en la vida
por
lo que más deseas en el momento
porque
los momentos pasan
pero
la vida sigue.
Cantares
" Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar"
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