2046


 
Mi pluma estaba inmóvil, a escasos milímetros del papel. Creo que me pasé así un millón de años o tal vez menos, no lo sé y tampoco me importó. Mi pluma siguió en la misma posición, el papel siguió en la misma posición, mi mano siguió en la misma posición, todo a mi alrededor parecía haberse congelado, haberse estancado en un sueño sin fin. Mi pluma estaba inmóvil y yo, yo no era más que nada. De repente, sin darme cuenta, me levanté o eso creí, no sé, no estaba seguro de nada porqué mi pluma estaba inmóvil, salí de la habitación, atravesé el pasillo y bajé por las escaleras. ¿Porqué eres así conmigo? Será el destino. Llegué a la recepción y mi pluma seguía inmóvil, a escasos milímetros del papel. Al salir a la calle, llovía, no me importó mojarme, no me importaba nada. Préstame tu tiempo. Quise coger un taxi pero en aquella noche de perros ningún gato andaba suelto. Reseguí las calles con paso cansado o tal vez no mientras caminaba bajo la lluvia torrencial sin dejar de hacerlo, sin dejar de pensar mientras mi pluma seguía inmóvil, mientras el papel se alejaba de mí a la velocidad de un amor perdido. Llegué sin saberlo a una plaza y una vez allí me desabroché la camisa, me descalcé y sin pensármelo mucho me sumergí en su fuente. El agua estaba fría, la noche era fría pero no tuve la sensación de pasar frío en ningún momento pues mi pluma estaba inmóvil. Hace años un arcoiris apareció en mi corazón. Ahí sigue. Como una llama encendida dentro de mí. Nadie me vio o al menos eso creí y empapado en aquella noche torrencial proseguí mi marcha hacía ninguna parte o tal vez hacía ese papel que estaba a escasos milímetros de mi pluma, no sé, eso ahora no importaba. Avancé por calles y más calles hasta llegar a un bulevar donde había escuchado que se podían comprar sueños ajenos a buen precio. No estaba seguro de qué iba a hacer y aún así entré. Todo en cuanto al amor es una cuestión de tiempo. No es bueno encontrarse con la persona adecuada muy pronto o muy tarde. No encontré a nadie en mi camino y tampoco encontré ninguna tienda de esas que pensaba encontrar, nada parecía ser fácil en el devenir de mis pasos pero nada importaba porque todo carecía de valor en aquellos momentos pues mi pluma estaba inmóvil a escasos milímetros del papel. Abrí los ojos y el papel seguía allí y mi pluma también. No había resto de agua en mi ropa ni en mi cuerpo, no había movimiento en ninguna parte a excepción del constante sonido de las manecillas del reloj de pared de la habitación. Salí al pasillo y lo atravesé hasta llegar a las escaleras mientras mi pluma seguía inmóvil a escasos milímetros del papel. Ella encontró una forma indirecta de rechazarme... pero de todos modos nada dura para siempre. De repente algo pasó, la pluma cayó sobre el papel y su tinta se vertió sobre él. Mi mano siguió inmóvil a escasos milímetros del papel manchado de tinta azul. Si alguna vez quieres volver, te cobraré lo mismo. Cerré por fin los ojos, entonces abrí mi mente. No me importa si me amas o no, de cualquier manera yo te amaré. El reloj de pared marcó las dos de la madrugada, no sé, tal vez fuesen las tres o las cinco, que más da si mi vida estaba durando un millón de años o tal vez menos, no lo sé y tampoco me importó.










Incomunicados

 
 
 
¿Me llamaras?
 
No sé.
 
¿Tanto te cuesta llamarme?
 
No es que me cueste es simplemente que no sé.
 
¿Me gustaría escuchar tu voz?
 
Y a mí la tuya.
 
Pues llámame.
 
No sé sí lo haré.
 
Dime, ¿tanto te cuesta?
 
No, no me cuesta, ya te lo he dicho.
 
¿Entonces?
 
Entonces, ¿qué?
 
No seas así, llámame aunque solo sea una vez.
 
No sé.
 
Aunque solo sea la última vez.
 
No sé sí lo haré.
 
Dime y sé sincero, ¿tanto te cuesta llamarme? Antes lo hacías a menudo.
 
No sabría decirte sí lo haré o no, simplemente no sé.
 
Has cambiado mucho.
 
Sí tú lo dices.
 
Si, has cambiado, antes estabas dispuesto a llamarme a cualquier hora.
 
Antes era antes y ahora es ahora.
 
Entonces, ¿porqué no me llamas ahora?
 
Por que lo hacía antes.
 
Pero ahora ya es antes.
 
Contigo todo siempre es ahora.
 
Entonces, ¿me llamaras?
 
No sé.


 
 
 
Todos los recuerdos son surcos de lágrimas.
(Wong Kar-wai)
 
 
 
 

Cuatro pequeñas botellas de agua

 
Cuatro pequeñas botellas de agua encabezan mi escritorio. Una está llena de agua, una vacía, otra medio llena y otra medio vacía. Las cuatro botellas de agua conforman un cuadro muy clarificador, muy personal y muy íntimo. No sé porque las tengo en el escritorio y tampoco sé porque las puse ahí aunque lo que sí sé es que son el fiel reflejo de mi vida. Tanto el agua como el plástico como el tapón como el vacío que hay en tres de ellas son una clara muestra de como ha ido mi vida hasta el día de hoy. Podría dar una explicación sobre cada una de ellas, el significado de su agua, de su plástico, de su tapón y hasta del vacío que en tres de ellas es manifiesto pero no lo haré, no es necesario. Estas cuatro pequeñas botellas me acompañan cuando me siento en mi escritorio, cuando mi mente vuela y cuando mis febriles manos no se pueden estar quietas. Estas cuatro pequeñas botellas, rellenas de agua y vacío, son algo más que lo obvio, lo sé, lo siento aunque dar una razón también es del todo innecesario. Las he colocado en el encabezamiento, no en el lado derecho ni en el izquierdo donde abunda el espacio, las he colocado intencionadamente en el centro, a modo de recuerdo constante, de un modo tan particular que cualquiera que las vea se sentirá intrigado por su posición. Debo decir que sus formas no son normales, no son las típicas pequeñas botellas de agua que puedes comprar en un colmado o un supermercado cualquiera, tienen una forma excepcional pues su contenido, a pesar de ser agua, también es excepcional. Lo que más me gusta de estas pequeñas botellas no es su forma ni lo que contienen por muy excepcional que sean, lo que más me gusta es lo que representan pero dar una explicación sobre ello, como he comentado antes, es del todo innecesario. Por último decir que este cuadro clarificador que son las pequeñas botellas de agua que encabezan mi escritorio es una señal para mi eterna mejoría, para mi anhelada rectitud y para aprender, si esto es posible, que a veces las cosas son como son a pesar de no estar de acuerdo al cien por cien con ellas.
 
Una está llena de agua, una vacía, otra medio llena y otra medio vacía...
 
… como la vida misma, sin otra explicación posible.
 
 

Piaster

 
El pequeño Piaster saltaba de letra en letra como si de pequeñas huellas en el camino se tratasen. Seguía una senda, un camino que a todas luces era desconocido salvo para él. Era el último de su especie o al menos eso creía pues en todas sus aventuras nunca había encontrado a nadie que fuese ni remotamente parecido a él. Se sentía único, original, fuera de lo común y a través de ciertas letras creaba una impresión que solo sabía hacer él. Decía que a través de ellas uno podía conocerse pues a cada paso que daba, a cada letra que pisaba se formaba una imagen, una especie de película donde se podía entender muchas de las cosas que pasaban en este mundo. Cabe decir que Piaster era más pequeño que el más pequeño de los ratones, era más ágil que la más ágil de las gacelas y más rápido que el más rápido de los acinonyx. Era un cúmulo de propiedades que no respetaba las más elementales leyes de la física, era como esa partícula que a pesar de existir nadie a descubierto aún. Debemos aclarar que el pequeño, ágil y rápido Piaster nació en un lugar dónde las letras no existían, en un sitio donde los números eran inexistentes y en un espacio donde el vacío carecía de sentido, nació en uno de esos lugares donde la imaginación está tan presente que se puede respirar, en uno de esos lugares donde la creación se manifiesta como la primavera, en uno de esos lugares donde los dados de la fortuna tienen siete caras. Piaster, como unos pocos saben, fue el único hijo de una familia numerosa y como tal recibió las atenciones de todos y a su vez las peticiones de todos pues todos sabían que era único, original y fuera de lo común. Su infancia transcurrió en un pentagrama de luz, su adolescencia entre pétalos de nubes y su actual madurez en las letras que una y otra vez conforman historias que a su vez le confieren voluntad a cada paso que da y a cada salto que ejecuta como sí de pequeñas huellas en el camino se tratasen.
 
En definitiva, Piaster era un amigo, un alma y un ser donde se podía entender muchas de las cosas que pasaban en este mundo, eso sí...
 
… letra a letra, paso a paso.
 
 

Ad litteram



 
No cambies lo que más quieres en la vida

por lo que más deseas en el momento

porque los momentos pasan

pero la vida sigue.
 


 


Asi es


 
 

 
 
 


Cantares

 
 
 
 
 





" Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar"