Eón

 
 
Mi vida no es como la de los demás. Hace mucho, muchísimo tiempo que lo sé, en verdad siempre lo he sabido y la razón principal aunque no la única es mi inmortalidad. Es un hecho nada circunstancial que me ha acarreado muchos inconvenientes en los aspectos que se relacionan con el corazón aunque como es obvio también han habido ventajas en ello. He tenido que cambiar de nombre miles de veces y he vivido en la mayoría de lugares de esta extensa tierra. He conocido y me han conocido personajes de relevancia histórica aunque reconozco que las personas anónimas han sido mucho más interesantes en todos los sentidos. Recuerdo a Luhar, a Nosquio, a Deslio, a Bethelsalí, a Navase, a Oligpon, a Friluh y a tantos que necesitaría toda la tinta y el papel de este mundo para poder enumerarlos a todos. Tengo que aclarar que la vida inmortal no difiere tanto cómo se cree la gente de una vida mortal, la única salvedad es que mientras ellos mueren yo no. La materia que me forma es como cualquier otra pero mi esencia no y cada vez que muere mi “traje de viaje” he de buscarme otro. En la mayoría de los casos he preferido nacer cómo nacen todos los demás mortales aunque mi conciencia ya estuviese desarrollada permanentemente. Nunca he utilizado animales ni otras formas de vida, siempre he escogido la forma humana por ser la más capaz de adaptarse a un mundo que cambia rápidamente. Fui mujer las primeras mil veces pero sobrevivir a mis hijos era un trago demasiado duro para mí así que decidí ser hombre. He de confesar que hubiese podido elegir ser un hombre poderoso y rico siempre que hubiese querido pero no era así porque éstos, al contrario del pensamiento general, son seres con poca libertad y sus vidas están condicionadas a pesar de poseer todo cuanto necesitan y más. La pobreza es un problema para cualquier mortal aunque yo la he preferido porque desde esta indigencia me ha sido mucho más fácil vivir sin ataduras ni imposiciones. También debo confesar que no soy el único inmortal que vive en este mundo aunque la gran mayoría de ellos, por un motivo u otro, han renegado de su condición y han acabado petrificados por decisión propia. Yo he preferido vivir entre las miserias y las alegrías de los mortales, pesasen lo que pesasen, fuesen las que fuesen porque siempre he sentido que mi inmortalidad no era un vacuo poder y ello me ha llevado a saber y a sentir que lo que más me gusta en este mundo y en todo este tiempo es...
 
… Vivir.
 
Por cierto, mi nombre es Eón.
 
 
 

El pobre de papa

 
Papa siempre decía que no nos dejaría nada una vez hubiese muerto. Nos repetía hasta la saciedad que no éramos dignos de heredar sus posesiones y que por mucho que nos esforzásemos a partir de ese mismo momento, nada conseguiríamos de él. Nos hablaba de lo mucho que había tenido que trabajar para amansar tanto, de lo mucho que había tenido que sacrificar para llegar dónde ahora estaba y de las infinidades de cosas que había tenido que hacer para llegar a ser el hombre que era. Nos hablaba jactanciosamente mientras afirmaba que en la tierra había muy pocos hombres cómo él. También nos hablaba de nuestra madre cómo si fuese un objeto sobre el que tenía derecho de propiedad y nos recordaba que el mejor día de su vida había sido cuando ella había fallecido. Nos recriminaba el hecho de haberse gastado tanto dinero en nuestra educación y nos advertía que todo ese dinero debía ser devuelto por nosotros. Nos hablaba cómo si nuestras vidas no nos perteneciesen y cómo si cada acto en nuestras existencias se la debiésemos a él. Nos aclaraba que él era un hombre hecho a sí mismo y que por mucho que lo intentásemos, ninguno de nosotros llegaría a ser cómo él. Nos insultaba continuamente y nos despreciaba sin importarle que hubiese alguien a nuestro lado. No nos respetaba y no lo hacía, según decía, por el simple hecho que nosotros no estábamos hechos de su misma pasta. Hacía todo lo posible para mantenernos alejado de su persona y nos miraba con resentimiento y desprecio por ser hijos de nuestra madre, por ser la continuidad física de los rasgos físicos y de personalidad de nuestra progenitora. Nos repetía que el dinero era mejor que nosotros, que por lo menos el dinero le regalaba buenos momentos mientras que nosotros sólo éramos una parte de su vida de la que se arrepentía. Ninguno de nosotros tuvo nunca una palabra de halago o ánimo muy al contrario, papa nunca perdía la oportunidad de menospreciarnos y decirnos lo inútiles y desastrosos que éramos y lo poco que seriamos en la vida.
 
La verdad es que a nosotros nos entraba la risa cuando él nos hablaba. Papa era un pobre hombre y le escuchábamos por respeto y porque se lo prometimos a mama.
 
Por cierto, papa nunca tenía dinero porque se lo gastaba en beber y beber así que todas sus diatribas eran producidas por su estado de embriaguez y nunca le hacíamos caso.
 
Simplemente papa era un pobre y enano bastardo como nos gustaba decir a nosotros.
 
 
 

La Flor




La flor

que un día creció en mi jardín

era hermosa y aromática,

era carismática y cromática.





La flor

que un día creció en mi jardín

era de raíces felices

y de pétalos alas,

de dulce presencia

y de pasional esencia.





La flor

que un día creció en mi jardín

era amiga y amante,

era diosa y tentación,

de amor infinito,

de belleza perpetua.





La flor

que un día creció en mi jardín

sigue aquí,

en mi jardín,

en mi corazón,

en mi vida.




 


Embarrado

 
 
Profundizar en ese algo que tanto lo perturbaba estaba resultando más difícil de lo que él creía en un principio. Siempre supo que no iba a ser fácil pero su costoso hacer le estaba desanimando de una manera rotunda. ¿Cómo era posible que ahora sus pasos se embarraban sin remedio alguno? No sabía decirse sí era su forma de pensar o su forma de actuar o acaso fuesen las dos que actuaban a modo de impedimento sin que él pudiese entender su porqué. No encontraba ninguna razón para su estado, no encontraba ninguna explicación para los sucesos que se sucedían sin aparente orden ni forma en vida. A pesar de pequeños momentos de lucidez, todo lo que le rodeaba estaba deslucido, no poseía el color habitual y en ellos ya no encontraba lo que antes tanto le enseñaba. No se sentía molesto con este nuevo orden, más bien descolocado al sentir que ya nada tenía el sentido que había tenido hasta ahora. Se sentía caer y a la vez sus pies, formados por una especie de barro y melancolía, le indicaban que estaba de pie, que seguía erguido y sostenido. Otra contradicción aunque ésta no le sorprendió, más bien contribuyó a seguir en ese estado que tan poco tenía que ver con él. Pensó en los últimos acontecimientos pero los deshecho rápidamente pues eran producto de su estado, rememoró un tiempo pasado pero ni ahí encontró lo que pretendía, una idea, más o menos clara, de lo que le estaba pasando. No pudo que por menos sentirse abatido cuando su mente, al igual que su corazón, no encontraban salida a las sensaciones que tanto le atosigaban. Tenía miedo y no lo tenía. Estaba triste y no lo estaba. Pensaba y no lo hacía y así lo único que conseguía era sentirse más y más confuso en ese estado actual que reinaba en su ser. A veces se sentía abatido y otras veces sumamente eufórico y en ese estado ambivalente sentía que cada vez más estaba perdido. No lograba encontrarse y no era capaz de buscarse, tan sólo discurría en un vaivén peligroso dónde lo mejor que le podía pasar era desaparecer. No creía estar depresivo ni apagado, no se sentía abatido ni derrotado, tan sólo desorientado y fuera de sí a la hora de entender que las cosas eran cómo eran. No lograba entender porque en esos momentos las luces eran tan débiles mientras que las sombras se cernían sobre él con una fuerza inusitada. Pensó en sus lecturas pero no encontró nada que le pudiese dar una explicación y pensó en sus quehaceres diarios aunque en ellos no encontró nada anormal.
 
Perplejo y absurdo siguió embarrado. Inmaduro e infantil siguió mirando a unas estrellas que cada vez se alejaban más de él en un Universo caótico e insustancial.
 
 
 

La misma aburrida mujer de siempre

 
 
Ayer, por casualidad, me encontré a un viejo amigo. Desde que acabamos la Universidad no nos habíamos visto y aún así nos reconocimos inmediatamente. Nos saludamos efusivamente y acto seguido fuimos a tomarnos una cerveza para charlar más tranquilamente. Empecé yo, le expliqué que mis negocios iban bien y que en poco tiempo me había convertido en un rico empresario, que mis hijos estudiaban en buenas universidades y que mi mujer seguía siendo la misma aburrida de siempre. Aquello último le hizo mucha gracia aunque no entendí el porque y tampoco le pregunté. Me escuchaba atentamente, siempre había sido un buen oyente, hasta en los tiempos de universidad cuando salíamos en el mismo grupo. Al acabar de hablar me dí cuenta que ya no le quedaba cerveza así que pedí otra. Él se negó pero acabé por convencerle. Me preguntó por las carreras de mis hijos y cosas por el estilo hasta que llegaron las cervezas frías. Me explicó que al acabar la Universidad se puso a trabajar en la empresa de su padre pero que aquello no le satisfacía. Su trabajo era muy rutinario y sentía que sí no se iba de allí acabaría cómo su padre. Buscó trabajo y lo encontró en una gran compañía pero aquello no era lo que esperaba y en menos de un año se despidió. Trabajó en dos sitios más con los mismos resultados. Así que se marchó del país con una chica que había conocido recientemente y que se iba al extranjero para finalizar sus estudios. Estuvo con ella tres meses, luego se quedo solo. Sin casa, ni trabajo ni dinero y en un país extranjero se vio pronto mendigando por las calles hasta que conoció a un hombre que le ofreció una oportunidad. Tenía trabajo para él aunque no era un trabajo normal. En ese país se castigaba con penas de cárcel lo que le proponía pero no tenía nada que perder. El hombre le dio de comer, lo lavo y le dio buenas ropas. Cuando tuvo mejor aspecto lo inició en el arte que significaba su trabajo. Le hizo practicar una y otra vez. Al cabo de muy pocos años mi amigo se había convertido en todo una leyenda en su trabajo, venían clientes de todo el mundo en busca de sus servicios y la demanda no disminuía a pesar de sus elevados honorarios. El hombre que lo había ayudado también era su jefe y con los años se volvió su amigo. Entre los dos amasaron una fortuna considerable hasta que hace menos de un año decidió regresar. En un principio regresaba con la idea de no trabajar. Quería vivir de sus más que generosas rentas aunque reconoció que su apurado aprendizaje le había dejado mella en su manera de hacer y que había vuelto a trabajar. Sus primeros trabajos no tardaron en llegar. Se sentía bien por haber regresado aunque echaba de menos ciertas comodidades de su antigua vida.
 
Lo había escuchado atentamente aunque una pregunta gritaba dentro de mí, se la hubiese querido preguntar desde un buen inicio pero no había encontrado el momento. Me explicaba su vida calmadamente, era la voz de quién se ha visto expuesto a un peligro mortal y se ha salvado o al menos así me lo pareció. Cuando dio por terminado su relato apuró la cerveza. Al posar de nuevo el vaso tenía los ojos cerrados, parecía que estuviese saboreando algo más que la cerveza. Finalmente me decidí y le pregunté cual era su trabajo. Él me sonrió del mismo modo que lo había hecho cuando le confesé que seguía casado con la misma aburrida mujer de siempre. Esperé por si añadía algo más a su sonrisa pero no hizo nada más que mirarme con una media sonrisa dibujada en sus labios. No quieres decírmelo, le pregunté, no es tan solo eso, es que no me parece apropiado, porqué, le volví a preguntar, por respeto a tu mujer. Después de esto la conversación cesó de golpe. Sin saber bien el significado de aquellas últimas palabras pero profundamente ofendido me levanté y me despedí fríamente.
 
No le he vuelto a ver más y por extraño que resulte, mi mujer parece cada día menos aburrida.
 
 
 

Entre todos


 
 
Queríamos tener la suerte de los héroes y la dicha de los dioses,
 
queríamos hacer de nuestro vuelo un círculo perfecto,
 
queríamos alimentarnos como los hermosos colibrís, de rico néctar,
 
queríamos surcar los azules cielos de nuestra tierra roja,
 
queríamos alcanzar la Luna con nuestros amigos, los dragones,
 
queríamos navegar sobre las nubes con nuestro barco de papel,
 
queríamos sembrar y recoger, recoger y sembrar suspiros de algodón,
 
queríamos hacernos grandes sin dejar pasar ningún año,
 
queríamos salvar los valles y los ríos al son de una canción,
 
queríamos aletear sobre un mar de espuma con nuestra alas de pétalos,
 
queríamos que nuestros pies fuesen sentimientos de noble esencia,
 
queríamos lo mismo para nosotros que para los demás,
 
queríamos que nuestros sueños no durmieran jamás,
 
queríamos jugar con un viento cálido y caprichoso,
 
queríamos que nuestra piel flotase de nuevo en lo etéreo de las cosas,
 
queríamos hacer algo diferente sobre la copa de los árboles,
 
queríamos dormir en el reverso de las estrellas,
 
queríamos crecer como lo hacen las hermosas flores,
 
queríamos que la diferencia entre nosotros y ellos desapareciese,
 
queríamos de los sueños de aquellos alejados niños fuesen los nuestros,
 
queríamos que el Tiempo no fuese efímero y eterno,
 
queríamos un momento para cada uno de nosotros,
 
queríamos disfrutar de lo vivido y lo bebido,
 
queríamos hacer el amor en el círculo perfecto,
 
queríamos guiñar el ojo a los cíclopes,
 
queríamos...
 
 
 

C,K,O,N,Zn

 
Carbonato y Potasio andaban enfrascados en los encargos del Profesor. No sabían cuanto tiempo llevaban sin dormir y sin apenas comer debido a las exigencias de su maestro. Los brebajes, pócimas y conjuros debían estar listos cuanto antes, los pedidos iban saliendo y el humor del Profesor iba mejorando a cada visita al taller, estaba contento con ellos porque las contiendas se multiplicaban y eso era lo que el Profesor había planeado desde hacía mucho tiempo, justamente ahora se daban las circunstancias para que su negocio rindiese a las mil maravillas. Aunque prescindir de Oxigéno había sido un error, dos manos y una mente más hubiesen sido de mucha ayuda. El Profesor se preguntaba que debía ser de aquel joven alocado pero con muchas posibilidades para acabar convirtiéndose en Oficial algún día, a diferencia de Carbonato y Potasio. En esos momentos el Profesor barajaba distintos frentes, las Grandes Casas se habían enzarzado en una contienda por la Sucesión. El Trono estaba vacío, cómo había previsto, y ahora todas las Grandes Casas, todas sin excepción, corrían en busca de su ayuda. Pagaban lo que les pidiese y aunque ellos no lo sabían, todos comían de su mano. La Guerra se movía a su antojo, quién más gastaba más ganaba en ella y así en poco tiempo el Profesor se convirtió en el hombre más poderoso del Reino aunque esto no era lo que le interesaba. Sólo ambicionaba una cosa, oro. Necesitaba acumular la mayor cantidad posible del preciado metal que era parte de su plan, pensaba que cuando las Grandes Casas ya no tuvieran más recursos para seguir pagando sus servicios, él les prestaría el oro y así estarían en deuda una vez más. También pensaba en otra posibilidad, si decidía acabar con aquella contienda su oro sería prestado para la reconstrucción, una vez más estarían en deuda con él y todo ello lo reafirmaba en el pensamiento que era un plan perfecto. Las cosas mejoraron con un poco más de tiempo y el Profesor obsequio a Carbonato y Potasio con un nuevo talles lleno de comodidades y artilugios. Éstos estaban encantados y trabajaron con más ahínco si cabe. Pasaron tres años más y junto a Carbonato y Potasio empezaron a trabajar Oxigéno, Nitrogéno y Zínquio y dos mozos que se dedicaban exclusivamente a cuidar de ellos exclusivamente. El Profesor conocía bien la esencia de las personas aunque estos ayudantes suyos no acabasen de serlo del todo porque excepto los dos mozos de servidumbre aquellos cinco eran una mezcla de distintas esencias fruto de sus largas investigaciones de joven. Como cabía esperar, Oxigéno se convirtió en Oficial y aunque eso creo en un primer momento recelos en Carbonato y Potasio, éstos acabaron aceptando a Oxigéno por sus más que evidentes capacidades. Llegó el momento en que el Profesor les comunicó que iba a terminar con aquella Guerra, no tenía sentido mermar de esa manera el Reino. Se había dado cuenta que después de más de tres años de contienda entre ellos, éstos habían demostrado ser unos necios insensibles. Pagaban cantidades ingentes de oro por una pócima, un brebaje o un conjuro mientras exprimían a un pueblo que por nada en el mundo quería aquella guerra. Le había costado comprenderlo pero ahora estaba seguro que su ambición desmedida, su arrogancia y su poca humildad habían hecho de él un auténtico monstruo. Él deseaba sentirse útil e imprescindible pero no quería convertirse en algo que no deseaba ser.
 
En muy poco tiempo todo cambió. El Trono lo ocupó un Rey que era el menos necio de todos. Así lo decidió el Profesor. Éste prestó el oro con la condición que se utilizase sólo para la reconstrucción y no para rearmarse e iniciar una nueva contienda. Todas las Grandes Casas estuvieron de acuerdo, nadie quería enemistarse con el Profesor porque todos temían su poder.
 
Pasaron tres años más hasta que el Profesor pudo afirmar que la normalidad había vuelto al Reino. La Guerra que él había provocado había sido un desastre aunque la nueva situación era mejor que la anterior a la contienda. Había sacudido los cimientos del Reino y ahora las cosas se hacían de otra manera, de un modo diferente.
 
El Profesor no sabía si era porqué los hombres habían aprendido o porqué le temían cómo los antiguos temían a los antiguos dioses. No sabía si el cambio radicaba en el conocimiento o en el miedo. A cualquier otro le hubiese dado lo mismo sí los resultados saltaban a la vista pero para el Profesor era un dato crucial. No era lo mismo asentarse sobre unos pies de firme piedra que sobre unas delgadas piernas de arena. Todo aquello podía involucionar.
 
Tenía pensado marcharse pero estaba claro que no podía. Todos necesitaban del Profesor aunque éste ya no fuese una figura predominante, aunque éste ya no ostentase tanto poder cómo antaño.
 
Todos lo necesitaban... cómo el ciego necesita la voz, el sordo la luz y el mudo el viento.
 
 
 

Sabes que no tengo pelo ahí abajo

 
 
 
Sabes que no tengo pelo ahí abajo.
 
Y tú sabes que yo si los tengo en forma de bigote y perilla.
 
Lo tuyo es evidente.
 
Y lo tuyo, sugerente.
 

Que significa esta grosería, esta falta de conducta te va acarrear serios problemas. Vete ahora mismo al despacho del Director y espera allí a que llegue, él sabrá que hacer con un chico tan indisciplinado cómo tú. ¡Vamos muévete!
 

Después de la seria reprimenda por parte del Director me dirijo apenado a mi casa. Me han impuesto un duro castigo que consiste en una semana sin poder ir a la escuela, una carta de disculpa al profesor y otra semana de trabajos para el mejoramiento de las instalaciones de la escuela, es decir, pasar la escoba durante horas y horas por todo el campus. Es un duro castigo y de nada ha servido mi alegato sobre el hecho que el profesor nos ha encargado una redacción sobre una temática libre y esto es precisamente lo que he hecho. Craso error por mi parte en una escuela dónde mi redacción atenta claramente contra sus pétreas normas de institución respetable. Al entrar en casa mi madre me pregunta porque he llegado tan pronto y le cuento todo lo sucedido. Me abraza y me aconseja una ducha y que descanse un rato, ella ya hablará más tarde con el Director. Acepto sin reticencias y al momento ya estoy duchándome. Al estirarme en la cama para descansar me suena el móvil. Me ha llegado un mensaje. Es de ella, me escribe que se ha enterado de todo y que si quiero que se pase. Le contesto que la espero en mi casa. La espero leyendo y me sorprende que se presenta en mi habitación antes de tiempo. Es muy guapa, siempre ha sido una chica muy atractiva. Me alegra que haya venido porque es la única persona que me entiende en este mundo.
 
¿Que tal estás?
 
Mejor después de la ducha y ahora que tú estás aquí.
 
¿Que es lo que ha pasado?
 
¿Te acuerdas que paso ayer tarde entre tú y yo aquí?
 
Cómo olvidarlo.
 
Pues después de irte tú me puse hacer una redacción que tenía que entregar hoy. El profesor había dicho que era de temática libre y yo, ni corto ni perezoso, escribí sobre nuestro íntimo encuentro.
 
¿Quéee...?
 
Lo que oyes. En mi redacción expliqué con pelos y señales todos los pormenores de nuestro salvaje encuentro de ayer.
 
¡Y aún no entiendes que te hayan castigado!
 
No, no lo entiendo porque se supone que la temática era libre y yo escribí libremente.
 
¿Pero no te das cuenta que tu redacción era un relato erótico?
 
Eso mismo dijo el Director pero yo no estoy de acuerdo.
 
Ah no, entonces según tu opinión, ¿cómo definirías lo que escribiste ayer?
 
Realismo.
 
Ja, ja, ja... ¿eso mismo le dijiste al Director?
 
Claro. Es verdad, es puro realismo, el componente erótico viene por añadidura.
 
Ja, ja, ja... curiosa manera tienes de verlo.
 
No es curiosa, es la verdad porque no la escribí pensando en hacer un relato erótico sino más bien en adentrarme en una manera distinta de escribir, en un modo más real de explicar las cosas porque una cosa así nunca la había conseguido hacer.
 
¿Y puedo saber que vas hacer esta semana que estarás castigado?
 
Esperaré a que llegues y a tu lado mejoraré mi manera de escribir.
 
¿Más erotismo?
 
No, más realismo.
 
  


Juno

 
Tan pronto entró en el bar no le perdí ojo. Era guapo, espectacularmente guapo. Vestía tejanos rotos y camisa blanca desabrochada hasta la cintura. Su musculoso y bronceado cuerpo me estaba volviendo loca hasta el punto que mis amigas me llamaron la atención por mi descaro repaso. A pesar de ello no dejé de mirarlo y acabé imaginando como sería estar con aquel dulce. En un momento determinado, cuando estábamos bailando nuestras miradas se encontraron, él hablaba con otro chico y yo bailaba sin dejar de mirarlo. No sé como pasó pero pasó, me acerqué y me detuve a medio paso de él, aparté la copa y sin mediar palabra lo besé. Su sorpresa fue mayúscula ante mi ataque y en el nerviosismo de su beso pude comprobar su desconcierto. Yo no tenía intención de parar y seguí besándolo sin pensar en nada más que en su lengua y en su boca. Estaba haciendo una locura, lo sabía, pero en esos momentos solo... besaba aquella boca que ahora comía de la mía con la misma intensidad. Nos vamos, me preguntó y lo besé más apasionadamente si cabe, esa era mi respuesta. Salí del bar sin despedirme de mis amigas, pensé que luego las avisaría. Llegamos a su casa, situada en un barrio acomodado de la ciudad. Tan pronto entramos nos desnudamos con ardiente pasión, lo hicimos en la entrada y en la sala de estar y en el comedor y en los dos dormitorios y en las escaleras y encima de sillas y diferente mobiliario que encontramos en nuestro continuo juego de deseo y pasión. Parecía no tener fin y yo, sorprendida por aquel torrente de sexo, respondí con un torrente mayor, me convertí en un tsunami que estaba segura iba a tardar en olvidar. Después de horas de sexo salvaje le pregunté su nombre, Juno, me respondió y añadió, ¿nos damos un baño? Me gustó la idea, Perfecto, es lo que necesito ahora mismo. Mientras Juno fue a buscar un par de toallas para mí, mi relajada mente divagaba sobre lo que estaba pasando, era la primera vez que había cogido lo que me había apetecido cuando había querido, un impulso que en este caso había salido bien. Juno era un amante perfecto, dominante, paciente y sabio a partes iguales y tenía la impresión que esto solo había hecho que empezar. Nos bañamos juntos y lo hicimos varias veces más entre los chorros de agua de su hidromasaje. Después de secarnos, me prestó algo de ropa y nos fuimos a su habitación dónde me sirvió una copa de excelente vino blanco muy frío. No sabía de dónde habían salido las copas y el vino aunque suponía que en esa casa vivía alguien más que Juno. Después de estar hablando un poco de todo sin decirnos nada en especial me preguntó por mi nombre. Julia, le respondí. Él me explicó que su padre era un acaudalado comerciante y que él trabajaba en lo que le gustaba, me confesó que sus aficiones habían acabado siendo su modus vivendi. No le expliqué en qué trabajaba yo, a cambio le besé apasionadamente de igual manera que lo había besado en el bar. Lo devoré de nuevo, su cuerpo era delicioso y yo, loca como estaba aquella noche, quería saciarme una vez más, sentía que necesitaba un poco más de ese dulce para calmar ese hambre que parecía no tener fin. Juno me pareció un auténtico dios griego, hizo que saborease la ambrosía del Olimpo y el hierro del Hades, me hizo sentir especial y yo le correspondí. Al amanecer me acompañó a casa, insistió y fuimos con su coche. Un bonito deportivo de color verde botella. Me pidió mi número de teléfono, me negué, le dije que era mejor dejarlo así, había sido bonito y especial pero la historia debía quedarse allí, acaso estás casada, tienes pareja, me preguntó, no, no estoy casada y no tengo pareja en estos momentos, le respondí, pues entonces porqué no podemos vernos otra vez, ¿acaso no ha sido maravilloso para ti nuestro encuentro? Permanecí unos segundos en silencio mirándole directamente a sus ojos y le contesté sin preámbulos, no preguntes sí podemos vernos de nuevo cuando aún no has entendido que significa haber estado conmigo. No volvió a preguntarme nada más en todo el trayecto y eso me incomodó. Sabía que había sido un poco brusca pero no encontré las palabras adecuadas para romper ese silencio que se había instaurado entre nosotros. Pensé que debía ser parte de nerviosismo antes de una despedida, a veces me olvidaba de este detalle. Llegamos a mi casa, en verdad me apeé dos calles más abajo porque no quería que supiese dónde vivía, y me despedí de él con un largo, lento y suave beso que a mí me pareció que duraba una primavera entera. Perfecto final, pensé, perfecto como Juno, un hombre que me había impulsado a la locura durante una noche entera. Llegué a casa con el Sol entrando por las persianas a medio bajar. Buenos días, me dijo una voz tras de mí, buenos días, respondí, ¿te lo has pasado bien? Preguntó, muy bien gracias, respondí, me acabo de levantar así que voy a darme una ducha, dijo la voz mientras sus pasos ya se perdían ya por el pasillo, yo prepararé café, dije en voz baja.
 
 
Julia tampoco vive sola y no esta casada aunque esto último ya lo sabe Juno y lo primero no le incumbe.




El mal genio del señor Watsin

 
 
Aunque nuestros padres nos habían advertido nosotros decidimos utilizar la magia. Queríamos hacer hablar a nuestros animales, parecía divertido. Empezamos por el gato Olhi pero no conseguimos mantenerlo quieto y se escapaba a la menor oportunidad. Con el perro, Hohw, no fue mejor y hasta mordió a mi hermano aunque al final no fue nada. El tucán Thom se escapó cuando lo sacamos de su jaula y sabíamos que esto iba a enfurecer a nuestra madre, estábamos en un buen lío pero esto no nos descorazonó y proseguimos. Lo volvimos a intentar con el hámster Pérez pero se había levantado perezoso. A la serpiente Chan no la encontramos así que salimos al jardín. En nuestra casa convivíamos con muchos animales y queríamos probar la magia con todos ellos. Lo que había empezado cómo algo divertido ahora, después de pasar por el cerdo Sham, las gallinas Pollie y Dollie, los conejos Maos, Mios y Muos, el asno Poc y el caballo, el señor Watsin, no lo era tanto. Mis hermanos se estaban impacientando, sobretodo los tres pequeños, y decidimos intentarlo una vez más y si no funcionaba, dejarlo. Optamos por la vaca Mollie que era una pariente lejana de las gallinas Pollie y Dollie pero esto es una historia muy larga para detenernos ahora. Desde el primer momento Mollie se mostró receptiva y fijó su mirada en el punto que una de mis hermanas mayores le indicaba. Al cabo de unos segundos, los ojos de la vaca se quedaron en blanco.
 
¿Me puedes oír Mollie? -le preguntó mi hermana y visto que la vaca no decía ni mú, le volvió a preguntar, ¿Me oyes? ¿Me puedes oír vieja Mollie?
 
Después de unos minutos de silencio la vaca pareció reponerse espontáneamente y cuando sus ojos volvieron a mostrar su oscuro iris, ésta empezó a hablar.
 
¡Queréis dejar de hacer eso! Lo único que conseguís haciendo magia para que hable es provocarme un terrible dolor de cabeza. ¿Queréis que se lo cuente a vuestros padres?
 
Noo... -respondimos todos al unísono con cara de sorprendidos.
 
¡Pues volver a casa y dejar de hacer magia estúpida! Sabed que hace años que conocemos vuestra lengua pero si nos hemos mantenido en silencio ha sido porque les hicimos una promesa a vuestros padres. Ellos quieren educaros sin magia, creen que aún sois jóvenes para ella, así que no creo que sepan que estáis aquí practicando magia aprovechando su ausencia, ¿o me equivoco?
 
No te equivocas Mollie -dijo mi hermana mayor en nombre de todos.
 
Pues volver a casa y no vengáis a molestarnos más. El señor Watsin está molesto con vosotros y Maos, Mios y Muos han venido muy alterados antes que llegarais. Todo esto es muy molesto y estoy segura que Pollie y Dollie vendrán a acosarme con miles de preguntas sobre nuestro encuentro. ¡Bufff...! vaya tarde me espera y todo gracias a vosotros...
 
Lo sentimos Mollie, no queríamos molestarte -le interrumpió la más pequeña.
 
Dejad de intentar hacer magia y poneros a recoger vuestras habitaciones que desde aquí escucho a vuestra madre quejarse de lo sucios que sois todos. ¡Anda, id!
 
Ahora mismo -respondió la hermana mayor, convencida que hablaba en nombre de todos y acto seguido regresamos a casa.
 
 
Cabe decir que limpiamos a conciencia nuestras habitaciones mientras las gallinas Pollie y Dollie cacareaban sin parar alrededor de la vieja Mollie esa tarde. Observamos cómo el asno Poc rebuznaba cada vez que los conejos Maos, Mios y Muos se posaban sobre su lomo y entre todo este revuelo, vimos cómo el señor Watsin acababa de resarcirse de nuestras molestias anteriores, acababa de pisotear nuestro pequeño rincón de flores y no había dejado una en pie.
 
Parecía divertido pero no lo fue tanto cuando conocimos...
 
… el mal genio del señor Watsin.
 

Cuestionarse la cuestión

 
 
Se puede leer en los libros antiguos, si uno sabe buscar, que de los duelos más peligrosos que podía deparar aquella tierra uno de ellos, el que enfrentaba a Bill El Botas contra John Navajas, era el peor de todos. Eran dos hijos de su madre, temidos y repudiados por igual. A Bill El Botas lo llamaban así porque después de matar a alguien siempre se ponía a patearlo hasta desfigurarlo. A John Navajas lo conocían así por la simple razón que siempre andaba con una docena de navajas, cuchillos y otros artilugios cortantes, decía que ser precavido era la mejor manera de mantenerse con vida. A John Navajas le gustaba especialmente encarnizarse con sus victimas y la mayoría de ellas acababan amputadas. Los libros contaban que estos dos peligrosos personajes se habían citado en la ciudad-centro del estado. Los cuervos decían que Bill El Botas llegaría desde el sur y que John Navajas lo haría desde el oeste y en ese tiempo todo el mundo hacía caso a los cuervos que no hablaban sino era para decir algo importante. Los textos explicaban que en esas tierras se hacía caso a lo que transmitían las aves, los lobos, los zorros, los linces, las panteras y los diferentes animales que poblaban aquel hábitat inhóspito. Pasaron más días y luego más y nadie sabía exactamente cuando llegarían, ni tan siquiera los cuervos podían predecir algo así. Toda la ciudad estaba aterrada por la inminente llegada de Bill EL Botas y John Navajas, el pánico era generalizado y los episodios de violencia se sucedían en cada barrio de la ciudad. El miedo no conocía de condiciones sociales ni de poderes adquisitivos, aterraba a todos por igual quizá algo más a los que más perdían. La ciudad cayó finalmente en el caos, los saqueos eran generalizados y la policía actuaba con la máxima contundencia posible tanto contra violentos como contra ciudadanos indefensos que reclamaban pacíficamente la vuelta de su seguridad perdida. Los muertos se empezaron a contar por decenas y poco más tarde por centenas. Los barrios altos de la ciudad fueron saqueados los primeros días por una turba enfurecida que mató y arrasó todo a su paso. Bandas criminales tomaron el control de ciertos barrios, amedrentando y extorsionando ante la falta evidente de de efectivos policiales. Doce días después del inicio oficial de los disturbios un extraño y peligroso virus fue liberado en el saqueo del laboratorio que lo mantenía en cuarentena, treinta y nueve horas después tres cuartas partes de los ciudadanos de esa ciudad habían muerto o estaban moribundos. Los pocos que sobrevivieron libres del virus se escondieron atrincherados y dispararon sobre todo aquel que se acercaba a ellos. No preguntaban, disparaban.
 
Esto es lo que se puede saber leyendo los antiguos libros aunque la Historia cuenta que Bill El Botas y John Navajas se encontraron en aquella ciudad-centro y su enfrentamiento fue tan terrible que lo destruyo todo. Fueron tantas sus crueldades y sus crímenes que la ciudad entera fue abandonada y nada volvió a crecer allí desde entonces. La Historia cuenta lo peligrosa que era la vida en esos tiempos dónde solo dos hombres temerarios podían acabar con toda una ciudad. La Historia ha coronado a Bill EL Botas como el ganador de tan apocalíptico enfrentamiento y ha sido merecedor de los más absurdos seudónimos por parte de la comunidad científica competente. Hoy en día, en vísperas de la entrada del nuevo milenio, Bill El Botas es conocido como Bell Boras, un santo por así decirlo, de los primeros que transformó su vida en pro de los demás y su ejemplo es un ejemplo para todos aquellos que abrazan la religión JuQ. Su libro sagrado habla de él en varios de sus capítulos como un ser despreciable que se transforma en alguien diferente, en alguien bueno que ayuda a los demás por encima de sus propias necesidades. El libro sagrado de los JuQ's cuenta también todo tipo de actos generosos que él mismo realizó después de su enfrentamiento con Jovaras, para ser exactos John Navajas. Actos que juntos a otros muchos actos de otros muchos santos como él formaron una nueva creencia en las personas, éstas optaron por hacer el bien en lugar del mal creando finalmente una nueva religión, la religión JuQ. Ésta impregna cada aspecto de la vida diaria, impone qué vestir, qué comer, qué esta bien y qué esta mal. Se puede decir que en gran medida es un manual de instrucciones en esta época de temor y miedo al cambio de milenio y se podría afirmar que es el libro sagrado por excelencia en la Historia de la Humanidad.
 
 
… Entonces yo, curioso como soy, me pregunto...
 
 
¿cuanta verdad existe en este libro?
¿cuanta de ella está basada en una verdad y cuanta en una mentira?
¿cuantos Bill El Botas y John Navajas han sido tan transformados sin más?
¿cuanta realidad se ha acercado al escrito y no a la inversa?
¿cuanta mentira es capaz de aguantar un hombre?
 
 
… Entonces yo, curioso como soy, me cuestiono... sin más.

 

El don de la metamorfosis

 
 
Súkubo e Ínkubo son dos demonios y como bien dicen las leyendas viven seduciendo a hombres y mujeres. Poseen el don de la metamorfosis y ésta, tan ventajoso como es, les proporciona víctimas sin apenas esforzarse. No suelen quedarse más que media luna en el mismo lugar y es por ello que conocen de tantos lugares en esta infinita tierra habitada. Súkubo es alta y sus generosas carnes junto a sus enormes pechos hacen que sea el doble de grande que Ínkubo. Hombres y mujeres admiran sus pechos por igual y Súkubo siente la envidia en los ojos de ellas y la lujuria y el deseo en los de ellos. Es un punto a su favor, lo sabe. En todos estos años de convivencia común, Súkubo e Ínkubo nunca han encontrado una aldea, un pueblo o una ciudad que los haya rechazado abiertamente, saben que en todas partes, por muy grande o pequeño que sea el asentamiento, conviven muchas maneras de hacer, pensar o creer, y en todas ellas hay fisuras, lugares dónde la delgada linea que separa locura y razón desaparece en la mente de los pobres infelices que son captados por ellos. Ínkubo es un maestro en el arte de la dominación y Súkubo en el de la seducción. Las individuos que buscan estos dos demonios son mentes que obedecen a sus más básicos instintos, seres sin esperanza ni perdón que sucumben ante cualquiera simplemente para olvidar. Súkubo sabe como hacer que un hombre se olvide de su familia y sabe como acaparar todo el oro, las joyas y todas las posesiones de ese pobre infeliz por pasar una noche con ella. Los hombres caen perdidos ante sus encantos, ella juega con ellos y los humilla simplemente para divertirse y cuando se cansa de alguno de ellos, lo despacha sin más. Muchos de ellos, atormentados y arrepentidos se suicidan. La deshonra es demasiado grande para soportarla. Ínkubo utiliza un método diferente, es más activo a la hora de tomar la iniciativa y sabe como hacer aflorar los instintos más lascivos de cada una de sus víctimas. Es un demonio dotado de un gran y robusto miembro aunque en ello no radica su verdadero poder. Las mujeres caen perdidas ante la posibilidad de estar junto a él, yacer y descubrir un mundo de sensaciones desconocidas en su reducida vida. Ellas, las mujeres, desean más que ellos aunque esconden este tórrido torrente a ojos de los hombres por las estrechas normas que siempre encorsetan a los humanos y que juega de nuevo a favor de estos dos demonios. Ante él ellas pierden su honra sin pensárselo, muchas dejan a sus novios, pretendientes o maridos por Ínkubo y muchas más abandonan su futuro por su amor. Sus víctimas cambian, se vuelven vulnerables y moldeables, seres capaces de dar vueltas sobre un centro imaginario hasta la eternidad. Cuando llega el momento Súkubo e Ínkubo se van a otro lugar, a buscar nuevas víctimas. Cambian de aspecto físico, nuevas caras, nuevas pieles y nuevas caras aunque siempre Súkubo es el doble de grande que Ínkubo, es una regla que se mantiene inquebrantable desde el primer día en esta tierra sin axiomas.
 
Un día a dos pasos de un mar interior encuentran una ciudad de considerables dimensiones, Ínkubo prefiere seguir porque no le gusta el agua pero Súkubo lo convence para hacer un pequeño alto. Apenas tres o cuatro días le dice Súkubo mientras ya se dirigen hacía sus puertas. Su forma alargada siguiendo la costa hace que se divida en secciones paralelas, esto favorece la formación de guetos y barriadas. Llegan de noche y Súkubo decide empezar ya aunque Ínkubo prefiere descansar. Piensa que tiene toda la eternidad por delante y es por eso que no tiene prisa. Súkubo es insaciable e incansable, no pierde oportunidad de arrastrar a cualquier hombre a sus dominios y así devorarlo por dentro y luego, más tarde y más lentamente, por fuera.
 
Pasan tres días y al amanecer del cuarto Ínkubo espera en el lugar acordado. No hay rastro de Súkubo al final del mismo. No hay rastro de ella al amanecer ni en el ocaso del siguiente. Ínkubo espera dos días más y finalmente decide marcharse. Decide dejar a Súkubo aunque en verdad no la abandona. Ínkubo sabe que en su arte, dónde él se siente maestro dominador, existe una parte de seducción que emana directamente de Súkubo, de su poder demoníaco y esto siempre vivirá en él.
 
Los caminos pueden durar siglos y desaparecer en un segundo.
 
Los encuentros suceden en un instante y duran por siempre.
 
Antes de marcharse Ínkubo se lame su gran y robusto miembro hasta que derrama su abundante y viscosa esencia sobre él.
 
 
 

Esa misma

 
 
Hacía mucho tiempo que no venía por aquí. Demasiado diría ahora que estoy delante de la Puerta. Sigue siendo una maravillosa puerta a pesar del tiempo y su desuso. Construida de una sola pieza, su madera es muy especial porque pertenece al tronco de un árbol extinguido hace miles de años. Es especial porque en ella, en cada una de su eternas fibras se guardan los secretos de una especie y un mundo ya desaparecido. Hace mucho tiempo que no vengo por aquí, demasiado diría yo ahora que estoy en la Puerta. Labrada expertamente por unas manos sabias no deja de sorprenderme cada vez que me planto ante ella. Se ilumina ante mi presencia y es más espectacular de lo que podía recordar. Su picaporte es una obra de arte por sí solo, nada más verlo me atrapa. El hierro que lo compone aparenta una extrema ligereza, el creador ha conseguido cincelar en el metal formas imposibles. Esta puerta podría ser la mismísima puerta de un Dios. El picaporte sostiene con una asombrosa simpleza un enorme aro. Esta hecho del mismo hierro que el picaporte pero a diferencia de éste último, el aro esta trabajado hasta la ínfima parte de toda su superficie. Me acerco y compruebo como el gran aro esta lleno de dibujos, caracteres y símbolos. Todo el conjunto armoniza a la perfección y de nuevo pienso en su mano creadora. No me puedo creer que no pudiese recordar lo magnífica que era la Puerta y no me puedo creer que haya dejado pasar tanto tiempo para volver a verla. Levanto con las dos manos el aro que sostiene el picaporte y lo dejo caer pero éste no cae. Lo intento bajar de nuevo a su posición pero éste no se mueve. Estoy un poco descolocado porque pensaba que aquello sería tan fácil como golpear la Puerta con el enorme aro de hierro para que ésta se abriese pero veo que no es así. Me parece que esta Puerta guarda muchos secretos de los que yo creía y no soy capaz de recordarlos. De repente me acuerdo de Pablo, El cazador de ilusiones, me acuerdo de como él entra en una puerta, Una de las Siete Puertas de la Cúpula Eterna de los Magios aunque ésta aparentemente no se puede abrir. Hago lo mismo que hace Pablo y como él consigo mi propósito y la Puerta se abre finalmente. Una luz cegadora me recibe y no me extraña porque de ella me acordaba, sabía que detrás de aquella Puerta la luz es algo más que fotón o partícula, en ella se puede caminar, en ella se puede respirar y en ella se puede conocer. Camino lentamente y dejo atrás la Puerta y me dejo envolver por la calidez de un lugar que me da la bienvenida de nuevo. Me siento bien, siento que pertenezco a este lugar tanto como a otros, es parte de mi vida, es como una playa pero es para mí tan importante como un continente entero. Me dejo llevar. Esta vez si que pierdo algo más que mi conciencia. No deseo volver por momentos y en verdad sé que no me he movido. Me gusta estar aquí tanto como allí. Aquí aprendo, allí conozco. De repente el pequeño Tibbons se planta delante de mí y me da la bienvenida con una reverencia del todo innecesaria, que tonto eres Tibbons, le digo mientras le abrazo, a mí también me alegra volver a verte amigo. Hablamos y el pequeño Tibbons me explica muchas cosas interesantes que han pasado desde mi última visita. Como me gusta estar aquí, como me gusta ver a Tibbons de nuevo y a Margs y a Frincs y a Heios y a Zuja y a Wque y a tantos que podría estarme una eternidad aquí. Existen tantos y tan buenos seres como fotones o partículas de luz hay detrás de la Puerta, esa misma que...
 
…guarda los secretos de una especie y un mundo ya desaparecido.



Gritar afecta seriamente la salud



¡Llámame Adelina Brown's y haz el favor de atarme de una vez por todas!¡Llámame Adelina Brown's y haz el favor de atarme de una vez por todas!¡Llámame Adelina Brown's y haz el favor de atarme de una vez por todas!¡Llámame Adelina Brown's y haz...!

¡Cállate vieja chiflada! Nadie te va a atar ni ahora ni nunca y no creas que algunos no tenemos ganas...

¡Llámame Adelina Bro...!

¡Qué alguien la haga callar o esto acabará mal!

¡Llámame Adeline Brown's y haz el favor de atarme de una vez por todas!¡Llámame Adeline Brown's y haz el favor de atarme de una vez por todas!¡Llámame Adeline Brown's y haz el favor de atarme...!

¡No aguanto más!
 
 
[Josephine Macbrown's coge su rifle. Comprueba que está cargado y se dirije dónde la demenciada tia Alberta Dolly Augusta Macbrown's grita una y otra vez. Se escuchan dos disparos, potentes detonaciones que dejan por unos segundos todo lo demás en silencio. Pasados unos segundos...]
 

Ahora ya no molestarás más, vieja loca.

¡Pero qué es esto! ¡Aaah! Has matado a tu hermana, ¿Te has vuelto loca mamá?

También era tu tía.

¡Qué más da eso ahora mamá!

¿Que qué más da eso ahora dices? Mucho hija mía, la tía Alberta Dolly Augusta Macbrown's siempre decía que tú eras su sobrina preferida Joseline Josse Macbrown's, debes recordarlo ahora que no está.

¿Pero mamá...que tiene que ver eso con el hecho que le has pegado dos tiros a tu hermana?

Lo mío ha sido fruto de la desesperación y lo que decía de ti era muy bonito. Así que es mucho más importante lo que sentía tu tía a lo que le he hecho yo.

¡Me estás liando mamá!Voy a llamar a la policía!

¿Porquéee?

Porque acabas de matar a una persona, a tu hermana concretamente.

También era tú tía.

¡Ufff...! De acuerdo, también era mi tía.

¡Así me gusta hija! A ella le hubiese gustado que la recordases con amor. Siempre me decía lo feliz que había sido el día de tu nacimiento. ¿Sabes una cosa? Te quería como a una hija y siempre estuvo pendiente de ti. Eras alguien especial para ella, debes recordarlo.

Lo recordaré mamá.

¿Te acuerdas lo poco que le gustaba a tu tía Alberta Dolly Augusta Macbrown's el desorden en el comedor?

Se ponía como una fiera con tan solo un poco de él, sus mejillas enrojecían tanto que parecía que fuesen a explotar de un momento a otro, siempre tan graciosa, siempre tan activa.

¿Sabes que podemos hacer?

Dime mamá.

Recogemos el comedor, enterramos a la tía y limpiamos todo esto, a ella le gustaría mucho, ¿no crees?

¿No me estarás liando mamá? Todo esto me huele raro.

Nada de eso hija mía, yo creo que a la tía le hubiese encantado vernos juntas limpiando su amado comedor mientras ella descansa y da descanso.

Yo también lo creo.

¡Anda hija, vamos a empezar! Y si te pregunta alguien por tía Alberta Dolly Augusta Macbrown's dile la verdad, que descansa y da descanso, nada más.

Lo recordaré mamá.

Una cosa más Joseline Josse, si alguna vez empiezo a gritar día sí día también pégame dos tiros y entierrame junto a mi hermana.

Así lo haré madre.

Entonces empezemos, ves a buscar agua mientras yo voy a por la tía.

De acuerdo mamá.