Toc,
toc, ¿se puede? Adelante, adelante señorita Y*, me sorprendió
mucho su llamada, la estaba esperando, pase y tome asiento por favor,
gracias, sigue siendo usted muy amable. La consulta era amplia aunque
no grande y poseía unas vistas magníficas de la ciudad de K**. La
consulta estaba situada en la planta cincuenta y tres del edificio
Comore Planck, el más alto de la ciudad que llegaba albergar hasta
un centenar de plantas. El edificio era un auténtico monstruo
arquitectónico erigido en nombre de la próspera región. Comore
Planck era muchas cosas a la vez pero beneficios a la región no
aportaba tantos como en un principio se creyó, como siempre unos
pocos controlaban la riqueza de unos muchos y el eterno problema de
menos es más y más es menos se volvía a reproducir. Hoy en día
aún seguimos sin resolver esta ecuación. Siéntese por favor y
explíqueme señorita Y*, ¿a qué debo su visita después de tanto
tiempo? Necesitaba verle, necesitaba estar segura que usted era real
y no fruto de mi imaginación, señorita Y*, perdóneme pero no acabo
de entenderla, ¿qué quiere decir con parte de su imaginación?
Simplemente eso, como usted ya sabe mi imaginación a veces me juega
malas pasadas, a veces siento que no soy capaz de discernir entre lo
que es real y lo que no lo es, perdóneme que la interrumpa pero,
¿pensaba que este problema ya lo habíamos solucionado en el pasado?
Por eso he venido de nuevo a usted, para estar segura que era real,
que mi pasado bajo sus manos no habían sido imaginaciones mías y
que todo lo que acordé acordarme de ese pasado aún persistía en
usted, señorita Y*, no quisiera resultar descortés pero no acabo de
entenderla, ¿dice usted que necesita saber que soy real para darse
cuenta que su vida es real? Así es, en estos momentos es la mejor
manera de decirlo, señorita Y* si no recuerdo mal la primera vez que
nos vimos usted no padecía dolencia alguna, recuerdo que estuvimos
charlando sobre las magníficas vistas de la ciudad y de otros
asuntos triviales pero de nada, absolutamente de nada que refiriese a
ningún desorden en concreto por su parte, ¿está seguro de ello?
Estoy seguro señorita Y*, puedo asegurarle que usted no padecía
ningún desorden, usted vino simplemente a conocerme, a saber de mí
y cual fue mi sorpresa al descubrir en usted a un reflejo de mis
propias vibraciones, ante mis ojos usted era la perfecta
reverberación, era la nota disonante que hacía armónico mi caos,
¿y qué pasó luego? ¿De verdad me pregunta usted, señorita Y*,
qué pasó luego? Se lo pregunto porque quiero saber, quiero
averiguar cuánto hay de real en usted, cuánta verdad escondían
nuestras magníficas vistas sobre la ciudad, cuánta razón había en
nuestros triviales asuntos, eso quiero saber, necesito saber qué
pasó luego, ¿puede usted entenderme desde esta planta cincuenta y
tres del edificio Comore Planck? Yo sí puedo señorita Y*, ¿acaso
no he sido sincero en todo lo que me ha escuchado decir?¿acaso
antaño no descubrí mis debilidades para que usted y solo usted las
poseyera?¿qué cree usted que eran esas heridas? Yo se lo diré,
eran lamentos de un pasado señorita Y*, solitarios lamentos de un
corazón que se resquebrajaba a cada sollozo, ¿pero ahora usted está
mejor, no? Mucho mejor señorita Y*, siento que con su llamada muchas
de las cosas que había olvidado han vuelto a manifestarse, muchos de
los detalles que había obviado se han materializado, ha sido un
desencadenante tras otro, ha sido lo más parecido a la auténtica
locura de vivir, me alegra escuchar esto pero dígame, ¿qué pasó
luego?¿qué pasó luego de esa reverberación? Después de eso llegó
nuestro descubrimiento y más tarde vino la confirmación, juntos
arriamos en la costa de la conclusión y progresivamente nos fuimos
despertando, dolía, nuestro despertar siempre dolía, ¿entonces
nuestro pasado no fue real? Fue lo más real que he conocido nunca,
fue como la vida misma con sus eternos altibajos, con sus abruptas
pendientes y soleados desfiladeros, fue tan real que por un momento
pensé que realmente vivía, ¿y ahora usted no se siente así?
Señorita Y* ahora trabajo en una planta cincuenta y tres, ¿usted
qué cree?
1 Comentario pendiente de moderación
Buenos
días David, perdona mi atrevimiento pero déjame preguntarte una
cosa, ¿tú te lees cuando acabas de escribir? Me gustaría que no
pensases que soy un maleducado o que esta pregunta guarda alguna
trampa. Simplemente te lo digo porque hoy he aterrizado en tu blog y
me he puesto a leer. Y no sé. Parece que te guste escribir y te
animo a que sigas haciéndolo pero la verdad es que no lo haces bien.
He podido constatar horrorizado que sigues haciendo las mismas faltas
ortográficas en todos los escritos, ¿dónde estabas en tus años de
escuela? No te ofendas pero eres repetitivo en una cosa, tus escritos
están llenos de errores de todo tipo. No solo ortográficos, ¡Si
solo fueran esos! Pero lo peor no es esto, lo peor de tus escritos es
la evidencia de tu poco conocimiento de la Gramática más elemental.
¿Acaso eres uno de esos autodidactas que están tan de moda ahora?
No lo creo porque hasta para eso hay que tener ciertos conocimientos.
Te repito que no me gustaría que te molestases por mis palabras, si
te fijas bien escribo como tú para que puedas entenderme, utilizo
este lenguaje macarrónico, perdona que te diga, para tener la
certeza que te entra en la cabeza. Perdona pero no he podido
reprimirme. Soy una persona muy extrovertida aunque en en la Red no
suelo hacer mucho ruido. También quiero confesarte, no todo van a
ser palos, que de la treintena de escritos que he leído hay algunos
que me han dibujado una sonrisa aunque han sido pocos, ¡eh! Ahora en
serio, deberías mirarte un poco el tema de la Gramática y
Ortografía y así no harás tantos errores y no será un suplicio
leerte. Quiero decirte una última cosa porque hay cosas que no se
hacen, no vuelvas a homenajear a ningún clásico, no lo haces bien,
no sabes como escriben los contemporáneos así que no pretendas
enfrentarte a los clásicos, mucho es el clásico, hazme caso, poco a
poco se sube la montaña así que nada de correr que aún eres joven.
Y otra cosa, deberías hacerte mirar también la temática de tus
escritos, la psicodelia no es eso, la ciencia ficción no es eso, la
poesía no es eso, la fantasía no es eso y todo lo que pretendes no
es eso. Tus palabras no están vacías es que están mal colocadas y
así nada funciona. Te lo repito una vez más, estudia un poco y
verás como en poco tiempo mejorarás. Me despido de ti esperando no
haberte ofendido ni nada por el estilo. Decirte que cualquier día de
estos volveré y espero que hayas avanzado sino ya sabes lo que te
espera, un comentario pseudo mordaz sobre tus letras. Bueno David, te
dejo ya y espero que, aunque algunas de las palabras aquí dejadas
suenan un poco fuerte, te lo tomes todo con una sana sonrisa. Así lo
espero. Así lo deseo.
P.D.:
Supongo que nadie te escribe comentarios así pero debo aclararte que
hay muy pocas personas como yo.
El autobús del Abecedario
Hoy
voy a subir a un autobús pero no a uno cualquiera, no en uno de esos
que puedes ver cada día recorriendo tu ciudad. Este es un autobús
que solo sale de vez en cuando y solo cuando el día es como hoy,
radiante. Esto yo no lo sabía, me lo ha chivado mi hijo. Él y yo
hemos esperado poco antes de verlo aparecer. Al acercarse y a simple
vista veo lo diferente que es de todos los demás autobuses que he
visto en mi vida, me resulta divertido y a su llegada sigo sonriendo.
¿Este es el autobús que esperamos hijo? Sí, ¿a que es bonito? Y
añade, déjame entrar primero, ¿vale?, de acuerdo, le
contesto mientras le acaricio su hermoso pelo dorado. El autobús se
detiene justo delante de nosotros. No parece que haya ninguna puerta
aunque el peque se adelanta decididamente. De repente el exterior se
deforma de tal modo que deja a la vista una enorme abertura y unas
pequeñas escaleras. Ya tenemos entrada, anuncia mi hijo levantando
los brazos alegremente. Me quedo unos segundos sorprendido mientras
el peque ya esta arriba, plantado al lado de un conductor que me mira
sonriendo. Papá, es como la película de Totoro, me dice excitado,
¡vamos sube ya! me reclama nervioso. Subo con una sensación de
irrealidad real. El conductor, un sonriente hombre con un traje azul
muy llamativo, me dice, bienvenido señor, pase y acomodase que
arrancamos ya mismo, siga al pequeño que él sabe mucho de este
autobús. El pequeño como él le llama ya ha salido corriendo hacía
el interior del autobús y se ha sentado en una silla que está
colgada del techo. Se balancea contento. Yo me asiento en un cómodo
sofá que está a su lado. Es muy suave al tacto y apetece estirarse.
Oye peque, como es que conoces tan bien este autobús, papá es el
autobús del Abecedario, lo conozco desde antes de nacer y siempre
que puedo viajo en él, es muy divertido y he pensado que hoy podías
viajar conmigo, me dice sin dejar de balancearse, pues gracias,
me alegra que me hayas invitado a este autobús tan especial.
Mientras nos mece el ligero movimiento del autobús el pequeñajo me
explica cosas maravillosas sobre el autobús del Abecedario y sobre
su entrañable conductor, el Sr. Julius. Me cuenta que hace miles de
años que existe y que recorre el mundo de los niños, de todos los
niños del mundo. También me cuenta que el autobús del Abecedario
se llama así porque son las letras mismas que lo forman y son ellas
las que también alimentan su motor. Poco después el autobús llega
a su destino y la parte delantera se deforma de nuevo para
facilitarnos la salida. Mi hijo le da un beso en la mejilla al Sr.
Julius antes de bajar. Yo le doy la mano y él me comenta amablemente
que disfrute del día y que debo saber que soy uno de los pocos
adultos que ha subido en ese autobús de niños, le pregunto si no
existe uno para papás y mamás y el Sr. Julius, sin perder la
sonrisa, me contesta que sí pero que hace mucho que nadie lo llama,
y añade, sigue en la cochera de los Sueños mientras el Sr. Smith,
su conductor, sigue petrificándose en la Sala de Reposo. Le respondo
que prometo llamarlo pronto y descubrir a dónde me lleva ese autobús
de papás y mamás. Hazlo, no te arrepentirás, me responde. Vamos
papá, grita el peque desde abajo, el día es radiante y nos espera.
Me bajo y compruebo como el autobús del Abecedario se aleja
lentamente hacia su próxima parada mientras un brillante Sol me
anuncia un día feliz junto a mi hijo.
Dodecaedros
Diminutos
dodecaedros se fueron amontonando a mi alrededor. Eran de color
naranja y se desplazaban nerviosamente a través y alrededor de mis
piernas. Eran graciosos y a todas luces parecían inofensivos. Cada
vez había más porque salían de unos diminutos agujeros esparcidos
por todas partes. Había llegado allí después de cruzar el País de
los Jissis, unos seres de aspecto feroz pero de corazón bondadoso y
después de atravesar el temido desierto de Talak-Slag. De no ser por
la providencial aparición del Mensajero Imperial Dilon ar Dilin no
hubiese salido bien parado de allí, él me ofreció su sombrero y
junto al Viento llegamos al País de los Jissis. Él no podía
entrar, tenía trabajo que hacer en las Islas Idus del Mar de los
Perdidos y no podía demorarse más. Nos despedimos y mientras lo
miraba partir me preguntaba si alguna vez lo volvería a ver. Después
de mil aventuras en el País de los bondadosos corazones de los
Jissis llegué a una llanura infinita y en muy poco tiempo me vi
rodeado por más de un centenar de dodecaedros naranjas. No me
dejaban avanzar así que me quede quieto observando en silencio como
aquellos dodecaedros me rodeaban. Al cabo de un buen rato me atreví
y les pregunté si podían ayudarme, éstos reaccionaron
inmediatamente, sus movimientos fueron más nerviosos si cabe y poco
a poco se fueron reagrupando hasta formar una enorme mole de
dodecaedros naranjas. Me pareció curioso verlos moverse
nerviosamente sin desmoronarse. Parecía que alguien los controlase o
que éstos fuesen algo más que simple dodecaedros naranjas y
nerviosos. Lo poco que tenía claro era que habían reaccionado a mi
petición y de ello deducía cierta conciencia. Esperé y seguí
esperando una reacción de aquella mole de dodecaedros pero nada
sucedió. Me podéis ayudar, pregunté de nuevo y los dodecaedros se
volvieron a mover, esta vez formaron lo que parecía una puerta. Lo
dodecaedros ya no se movían, habían detenido su nervioso
movimiento. Queréis que entre, pregunté una vez más y la puerta se
abrió. Queréis que entre y en la negrura que había dejado visible
la anaranjada puerta se encendió una pequeña luz. Fui hacía la
puerta y la luz se agrandó. Era cada vez más potente y justo antes
de cruzar el umbral de la puerta de dodecaedros naranjas, ésta
resplandeció aún más hasta cegarme completamente. De golpe la luz
cesó y me encontré en una habitación. Parecía la de un
adolescente rebelde por lo desordenada que estaba. Me quedé
mirándola y poco a poco fui comprendiendo dónde me encontraba,
reconocía lo que me rodeaba y supe que estaba en mi habitación. En
ese momento la puerta de mi habitación se abrió.
¡Aún
estás así!¡Aún no te has vestido! ¿Y qué haces al lado del
armario?¿No habrás vuelto a entrar y salir del armario soñando de
nuevo?
Yo,
yo... no.,no... no estaba soñando, solo que...
¡Anda
cállate!¡Date prisa! Están todos abajo esperándote y tú aquí
soñando despierto. ¡Ya verás cuando se enteré mamá y papá!
Pero
si no estaba soñando... esta... estaba buscando un jersey. El rojo
de cuello alto, ¿lo has visto?
¡El
jersey rojo de cuello alto! ¿En pleno agosto? Tú estás peor de lo
que creía hermanito, hazme caso, pide ayuda.
¡Para
ya!¡Lo que necesito es algo que ponerme y que dejes de meterte
conmigo!
Esta
bien, esta bien... Déjame pensar... Ponte los pantalones Jissis que
tienes colgados en el armario, la camisa ocre Talak-Slag que está al
lado y ponte los zapatos Dilon ar Dilin, ¡vamos!¡rápido!
Voy,
voy... ¿perooo...?
¿Y
ahora quéee...?
No
le digas nada a papá y mamá, ¿de acuerdo?
De
acuerdo pero debes mirarte eso de ir soñando despierto por la
habitación. Ah! Y hazme un favor, vuelve a pintar el armario que ese
color duele.
¿Qué
le pasa al color?
¡Es
horrible!
Es
bonito.
¡Es
horrible! El naranja no pega en esta habitación.
A
mí me gusta, un armario naranja es original y a más a más...
Déjalo
ya, vístete rápido que...
…
nos esperan.
Al son del diapasón
Gupisquide
es uno de esos pocos seres que utilizan el Sonido a su antojo,
cualquier tipo de sonido ya sea música o no, ya sea casual o no. Es
uno de esos seres que pululan de aquí para allá como si fuesen una
simple mota de polvo de la cual no se puede asegurar que está porque
se mueve continuamente al son del diapasón. Hace de la vibración su
compañera y con ella recorre y respira, escucha y se fascina. Sus
pupilas se dilatan en el amanecer que no tiene fin mientras de sus
venas crecen hermosas flores. Siente que se hace primavera a la vez
que roble, huele a crecimiento a la vez que resuena. Es sonido-viejo,
uno de esos que ya existía cuando nadie nacía.
¿Quién
sabe de él?
El Sonido, su eterna combinación.
¿Qué
se sabe de él?
Su nombre, Gupisquide.
¿Cuál
es su cometido?
Ser compañero-sonido...
…
y es por eso que Gupisquide es uno de esos pocos seres que utilizan
el Sonido a su antojo. Primavera, flor, roble, crecimiento son
muestras evidentes de una existencia que se manifiesta diferente y
diferenciada, son una pizca de ese algo
que al son del diapasón se descubre a cada paso, a cada vibración y
en cada nube. Un extraño mecanismo del que se infiere que
Gupisquide se asemeja más a una idea que a una existencia evidente
aunque nos dé muestras reiteradas que no es así.
¿Alguna
vez has vibrado al son de un diapasón?
Sí, siempre que mi nombre ha sido Gupisquide.
¿El
que utiliza el Sonido a su antojo?
Eso es aunque sería mejor recordarlo como el que hace que la primavera, la flor, el roble y el crecimiento sean muestras evidentes
de su existencia.
En mi boca
Deseos
de dulce caramelo
que
se deshacen en mi boca,
pasión
de aroma floral
que
recorre mis venas.
Esta
nueva sensación
me
completa y complementa,
me
hace entregarme
a
este caramelo,
a
este dulce aroma
que
se deshace en mi boca...
... en
mi boca y en tu boca.
Caricias
de suave piel
que
nos alientan,
que
nos entregan
el
uno al otro
y
a final,
extasiados
y
endulzados
caemos
rendidos.
Sentimientos
a flor de piel
y
besos, más besos, caricias,
silencios,
abrazos
y más abrazos,
besos
y más besos,
silencios,
solos,
en
silencio...
... en
mi boca y en tu boca.
Dios es negro y estuvo en el talego
¿Cómo ganaste al Hombre para tu bando?
Fue
fácil, le hice creer que podía poseer algo
más que a sí mismo.
¿Pero si él ya era importante por sí mismo?
Eso nunca lo ha sabido, ni aún a día de hoy.
¿Lo liberarás algún día?
Si lo hago, desaparecerá.
¿No podrá vivir sin ti?
Tú no existías en su nacimiento, él era frágil y sin mí poco
hubiese podido avanzar.
Entonces, ¿a ti te debe todo?
Eso diría yo.
¿Y porqué no reclamas tus derechos sobre ellos?
¿Qué ganaría yo entonces?
Poder, un poder tan grande y eterno cómo tú mismo.
Eso ya lo tengo.
¿Pero si allá dónde viven no se habla de ti?
Claro que si. Todo el día y a todas horas. ¿Acaso tú no lo ves?
Creo que el Hombre ha demostrado en toda su historia que sólo sabe
masacrar todo aquello que se interpone a sus superfluos deseos. Con
ello ha sesgado millones y millones de vidas que han sido utilizadas
en el juego macabro de unos pocos. Eso es lo único que sabe hacer el
maravilloso Hombre. Sólo desea dinero y riqueza, posesiones y más
posesiones, tan simple como subjugar hasta la miseria a los más
indefensos. Siempre ha sido así y siempre será. De ti no saben
nada, de dinero, codicia y avaricia, mucho.
¿Y quién crees que creó el dinero, la codicia o la avaricia?
Con esto conseguiste ganártelo, ¿no?
Fue
fácil, le hice creer que podía poseer algo
más que a sí mismo.
Crónica de un pedal
¿Cuánta intensidad posee un sentimiento?
De tanta cómo seas capaz de conferirle.
¿Se rompe?
Puede.
¿Es fría?
Quema.
¿Has perdido olvido en ello?
He ganado perdón.
¿Te has sentido uno más?
Uno menos, diría yo.
¿La injerencia te molesta?
Me perturba un poco.
¿Los colores significan algo para ti?
La luz me gusta más.
¿Dejarías algo escrito antes de irte?
No.
¿Qué minuto le robarías al Tiempo?
El primero.
¿Venderías tu alma?
Donaría mis ojos.
¿Acelerarás el paso después de esto?
Puede.
¿Dejarás secar más las cosas antes de escribir sobre ellas?
Las cosas al Sol... dónde mejor están.
¿Deduces algo de tu forma de respirar?
Simplemente respiro que es una forma tan buena cómo otra de vivir.
Y para acabar, ¿acudes a tu cita diaria?
Con exactitud británica.
Crónica de un pedal
en frecuencia modulable
El color del pueblo
El que anda tranquilamente cómo si el mundo fuese algo ajeno a su existencia no es otro que Bobo Bly. Viste de negro y siempre igual, pantalones, camisa y americana negra, zapatos y calcetines a conjunto. Haga calor o frío, sea verano o invierno. A la pregunta de por qué vistes así, Bobo Bly hace caso omiso y no responde, las preguntas intrascendentes sobre su vida no le interesan. Tiene el pelo negro, largo y lacio hasta los hombros y con él oculta su rostro. Suele caminar cabizbajo cómo si en todo momento estuviese pensando algo de vital importancia mientras sus largas piernas avanzan independientes en largas zancadas. Suele llevar las manos en los bolsillos de los pantalones y sólo las muestra en escasas ocasiones, básicamente cuando la situación lo requiere. Siempre va acompañado de un enorme perro que responde al nombre de Khan, es un gran danés de color negro azabache, un ejemplar impresionante que sigue en todo momento a Bobo Fly. Hacen una extraña pareja porque mientras Bobo Fly mira al suelo cómo si este mundo le fuera indiferente, Khan está en todo momento alerta y expectante ante cualquier movimiento que se produzca cerca de su amo. Lo dicho, una extraña asociación dónde parece que el más despierto sea el cánido. Retomando la historia que habíamos dejado y que nos ha traído hasta aquí, Bobo Fly se dirige tranquilamente y ajeno de nuevo a los quehaceres de un mundo que parece avanzar sin él al encuentro de los Hombres Blancos. Un grupo que hace bien poco ha llegado al pueblo y que está intentando echar a Bobo Fly del mismo. Alegan que da mala imagen y que ahuyenta el comercio ver a una persona cómo él deambulando por las calles acompañado de aquella enorme bestia negra. Son pocos pero hacen mucho ruido. En muy poco tiempo Bobo Fly, ajeno cómo es a toda clase de confrontaciones, no le queda más remedio que intervenir. Estoy convencido que hubiese querido seguir con su vida tal y cómo la conocía, ajeno a todo y a todos pero no le han dejado más opción, le obligan a actuar porque alguien se cree en el derecho de decretar tú sí, tú no. Al final los Hombres Blancos no son tan peligrosos, tan pronto ven al enorme Khan se agolpan unos contra otros, nerviosos y temerosos de sus movimientos. Bobo Fly entiende rápidamente qué tipo de personas son aquellas que se hacen llamar Hombres Blancos y sin levantar la mirada del suelo les dice en voz alta, a mi parecer la vida no es del color de vuestro blanco ni es de mi color negro, a veces la cuestión no es tan simple, para mí la vida es un secreto que cada uno de nosotros guarda en su corazón y tan sólo abriéndolo sinceramente es posible desvelarlo. Así que dejad de cuestionar cómo viven los demás y empezar a buscar el secreto de vuestra propia existencia y recordad que no tenéis mucho tiempo, la vida es un suspiro. En esos momentos Khan emite un fuerte gruñido y Bobo Fly da por finalizado el encuentro. Sin levantar la mirada del suelo se aleja de aquellos Hombres Blancos que aún siguen allí agolpados y temerosos de algo que no va a suceder. Sabe cómo son en realidad aquellos Hombres Blancos, individuos carentes de voluntad propia que necesitan formar parte de algo y Bobo Fly es justamente lo contrario, parece ser una de esas pocas personas que no necesita ese sentimiento tan humano de pertenecer a algo, de enriquecerse con el compartir, de ennoblecerse con la ayuda desinteresada, parece ser una de esas pocas personas que no necesitan mucho ni a muchos para seguir adelante. A lo sumo puede decirse que necesita a Khan, el gran danés que lo acompaña a todas partes.
Pasa el tiempo pero no la vestimenta de Bobo Fly e igual que caen las hojas en otoño, los Hombres Blancos han caído. No más ruido innecesario. La mayoría de la gente del pueblo cree en la diversidad, en lo variopinto que hay en la vida, en lo bueno que hay en las cosas y en qué hay momentos que bien valen una vida. La mayoría cree y habla mientras Bobo Fly junto a su inseparable Khan sigue caminando tranquilamente por las calles, en silencio y con las manos en los bolsillos de los pantalones recordándose que tener unos cuantos Hombres Blancos menos no ha mermado el color del pueblo.
Del mismo color que un mar de verano
Hace unos años, unos muchos si no recuerdo mal, me apunté a una conferencia para sacarme algunos créditos de libre elección. Manifestaciones simbólicas a lo largo de la Historia del Hombre era su nombre y desde un principio me pareció interesante. Recuerdo que era un profesora quién la daba, una mujer de unos cincuenta años, canosa y atractiva por igual. Empezó su exposición haciéndonos una confesión reveladora, nos dijo que en esta vida todo es simbólico, hasta lo que parece no serlo. Después de aquello la conferencia empezó realmente. Nos hablaba de forma pausada y su lenguaje comprensible hacían que la conferencia fuese una delicia. Había llegado allí por curiosidad y mientras escuchaba pensaba que hubiese sido un gran error haber perdido tan bella exposición. Nos relató cómo los primeros hombres utilizaron el simbolismo para realizar mapas y hojas de rutas y así guiarse hasta sus zonas de agua, caza o cualquier otro lugar de capital importancia. El simbolismo en sus paredes, prendas y utensilios eran evidentes para una especie de hombre que desconocía casi todo aún. Los diferentes saltos en el tiempo, continúa la experta conferenciante, nos demuestran el alto grado de sofisticación que llegaron a tener las manifestaciones simbólicas en la vida ordinaria de aquellas personas. Ésta fue ramificándose y ramificándose y no sólo de un tronco común, sino que en todo el planeta aparecían muestras de esa sofisticación en miles y miles de vertientes. Más tarde habló largo y tendido del Antiguo Egipto, que según ella era la auténtica base del conocimiento occidental en contra de la Cultura Griega que tan establecida estaba, y nos dio a conocer símbolos que reconocimos fácilmente. Símbolos que en cualquier calle de cualquier ciudad los podías encontrar, algunos formaban parte de banderas o escudos, otros eran simplemente logotipos comerciales o marcas registradas. Algunos formaban parte del extenso lenguaje egipcio pero la mayoría de los símbolos pertenecían a ese mundo oculto que cada cultura preserva cómo muestra de respeto a la generación venidera y que se desconoce su mayoría aún hoy día. Prosiguió la conferencia e hizo hincapié en que no siempre el simbolismo se representa con símbolos, a veces el simbolismo es puro realismo, simplemente tal cual veías las cosas así eran aunque el secreto, nos confesaba con una sonrisa pícara que aún recuerdo, no está en la forma sino en la distribución. Nos explicó que colocar un jarro a la derecha o la izquierda de un cuadro significaban cosas muy diferente, si el jarrón era de un color u otro eran cosas contrapuestas y así hasta llegar a un número infinito de posibilidades. A veces lo más obvio es lo que mejor se esconde. Recuerdo también que nos habló de todos los movimientos artísticos y acontecimientos fundamentales que condujeron a la simbología hasta lo que hoy conocemos. El Renacimiento, el Barroco, las Vanguardias, las Revoluciones, la formación de la actual Europa y un largo etcétera que en ningún momento se hizo tedioso. Al acabar todos aplaudimos entusiasmados ante una clase magistral de aquella profesora, era una oradora excelsa y así se lo reconocimos. Pensé que nunca unos créditos me habían sabido tan bien y así se lo hice saber cuando nos quedamos a solas en la sala, también le pregunté si había escrito algún libro o me podía recomendar alguno y aún recuerdo cómo me miró en silencio unos segundos con aquellos ojos del mismo color que un mar de verano. Me parecieron unos segundos eternos, me daba la sensación que me iba a ahogar si seguía mirándome de ese modo. Finalmente se me acercó y me dio un beso en la mejilla y me dijo, lo único que debes saber es que vivir es aprender, ese es el mejor libro que nunca podría escribir o recomendarte así que no tengas miedo y lánzate en busca de tus propios símbolos.
Ahora estoy escribiendo un libro, se titula Manifestaciones simbólicas a lo largo de la Historia de Un Hombre y habla de todo tipo de símbolos que por un motivo u otro me han fascinado hasta el hecho de hacerlos propios.
Este libro empezó realmente hace unos años, unos muchos si no recuerdo mal, cuando me apunté a una conferencia y conocí a una conferenciante canosa y atractiva por igual y me perdí por unos segundos en sus ojos que eran...
… del mismo color que un mar de verano.
Al leerla sonreí
Al entrar en aquella sala la vi. Era la última persona que me esperaba ver en aquel sitio. Yo había llegado por una equivocación absurda pero no podía entender que hacía ella allí. No me vio al entrar pero yo no dejé de mirarla ni un sólo instante. A pesar del tiempo que había pasado seguía siendo hermosa, parecía que mantenía las misma figura que una vez fue mía y en su mirada, pude observar maravillado, seguía reflejándose la vitalidad que siempre la había caracterizado. Me senté, dos filas más atrás de ella, y una vez sentado seguí mirándola. Era realmente extraño haberme encontrado con ella allí y no en un local de copas, un centro comercial o simplemente en una de las calles de esta ciudad que siempre había sido la suya y mía. Pero estaba aquí. En esa sala dónde yo había llegado por un absurdo mal entendido pero no podía imaginar que había hecho ella para estar allí. No parecía el lugar dónde alguien cómo ella pudiera decir que estaba cómoda aunque en su cara tampoco se reflejaba tensión alguna. La seguí mirando y aunque ella se giró un par de veces no me vio. Pensé en acercarme y saludarla pero finalmente no me atreví. En ella había algo que seguía intimidándome y no me lo permitió cómo no me había permitido llamarla en todo este tiempo. De repente un hombre uniformado apareció en la sala y pronunció su nombre en voz alta. Me sorprendí al comprobar que no usaba su nombre de casada. La vi alejarse y me mantuve callado mientras me preguntaba sí realmente aquella mujer que yo conocía era la misma que años antes había amado hasta morir. Físicamente era la misma, su mirada era la misma, su nombre era el mismo pero alguien cómo ella nunca hubiese visitado una sala cómo aquella. Empecé a dudar mientras tenía la esperanza de volver a verla. Pero no volvió. Poco después pregunté a otro hombre uniformado que había entrado en la sala por ella pero me mandó callar y sentar. Le hice caso. Me quedé pensando hasta que alguien me ordeno ir a una sala anexa. Debía salir por la misma puerta que ella y de nuevo la esperanza aleteo. Pero ella no estaba allí. Después de responder algunas preguntas me dejaron salir y aunque tuve oportunidad, no pregunté por ella. No pude.
Volví a casa, me duché y sólo entonces me encontré mejor. En todo el camino de vuelta me había acompañado un nudo en el estómago que sólo duchándome había desaparecido. Me preparé un café y me lo tomé mientras pensaba en ella.
Al día siguiente me despertó el timbre de la puerta. Alguien llamaba y malhumorado fui abrir. Era un mensajero que venía a entregarme un enorme sobre. Pensé en decirle de todo pero simplemente le firme la hoja y callé. No sabía que era ni quién lo remitía porque el sobre estaba en blanco. Lo abrí y en él sólo encontré una pequeña nota.
Al leerla sonreí.
En ella decía, sigues siendo el mismo idiota de siempre.
Tres gotas
Volver o ir no tiene mucho sentido cuando estás obligado a hacerlo una y otra vez. A veces se confunden y a veces se distancian pero bueno, éste es otro tema. Iba o volvía, no sé ahora, cuando la palabra Psicodelia aparece en mi mente. Casi se me derriten los sesos aunque esto no es nuevo, es lo de siempre, cuando algo me sobrecoge súbitamente siento fundir mis sesos en un algo agradable y placentero. Aunque he de confesar que la Psicoledia en todas sus manifestaciones siempre me ha cautivado. He recordado que una vez en un viaje alucinógeno con un colega nos pusimos a leer Las puertas de la percepción de Huxley, una lectura obligada para todos aquellos que alguna vez han viajado, y mi colega en pleno vuelo se puso golpear el libro, al preguntarle porqué lo hacía, éste, todo desesperado, me contestó que ya que no encontraba el timbre, estaba llamando a Las Puertas. He sonreído aún más al acordarme de cómo y dónde acabamos esa noche. Aunque suene raro esto me ha llevado a pensar en Blake, William Blake, un hombre adelantado por lo menos en dos siglos, y en los fractales. De ahí, todo alucinado, he recordado a Deee Lite y a unas gafas que tuve igualitas que su guitarra en su videoclip de Groove is in the heart y que hicieron un furor tremendo en una fiesta. He vuelto a Huxley y al colega y he recordado a su destartalado coche que a tantos sitios nos llevó. Creíamos que ese coche estaba poseído por un dragón pero no uno feroz y temible cómo cabría desear, el nuestro era viejo y tenía problemas para respirar cómo un dragón normal, era un fumador empedernido y eso lo pagábamos nosotros. Todo el día olíamos a humo y aunque les decíamos a nuestros padres que era por culpa del dragón, ellos nos castigaban igual. En esos tiempos y ante nuestros antecedentes si decías la verdad no te creían y si les mentías tampoco lo hacían. Los dragones nunca han sido una excusa válida. A todo esto yo ya estaba duchado y tomándome un café. Hacía mucho que había vuelto aunque no sabía cómo, a decir verdad creo que me habían traído o había vuelto sólo, ahora no sabría decirlo. La cuestión es que mientras tomaba mi café he vuelto a pensar en la Psicodelia pero no he encontrado ni rastro de esas intensas sensaciones que me recorrían hacía tan sólo un momento. Ahora mi mente se ha calmado y hasta se ha preocupado de recuperar para mí una sensación diferente e igualmente intensa. No sé decir de dónde nace aunque tengo la certeza que se está extendiendo por todo mi ser. Sonrío mientras el Sol aparece por detrás de la colina y mi torrente sanguíneo sigue saturándose. Tres habrán sido demasiadas, me pregunto mientras doy un pequeño sorbo a mi café, tres gotas serán capaces de hacer realidad eso que se dice que si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito.* Sigo mirando pero ya no es un ventanal y el Sol ha desaparecido. Sonrío porque empieza mi viaje.
* Matrimonio del cielo y el infierno. William Blake
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