Como en la antigüedad


Me preguntaba si no estaba maldecido por algún Dios cómo les pasaba a las gentes que vivían en la antigüedad. Una funesta maldición cuando aún era niño debía de haber recaído en mí y sin esperanza alguna, con los años, he ido comprendiendo su larga sombra. Comprendiendo no sería la palabra, sería mejor decir habituando, una especie de adaptación progresiva a su manifestación y a su verdadero poder. Los años sólo me han confirmado lo que en la adolescencia empezó a ser una sospecha. Debo decir que mi niñez transcurrió sin sobresaltos importantes aunque había cosas que no acababa de entender. Me preguntaba cómo podía ser que todos los niños realizasen esos dibujos tan bonitos y los míos, en cambio, fuesen extremadamente feos. Sin definición, sin acierto, más bien una nebulosa de colores y poco más. Los profesores sabían que yo lo intentaba pero parecía que no era capaz de superar una barrera que en mí existía. En la música y el dibujo técnico no fui mejor. No sabía el porqué pero aquello no me salía cómo a los demás y sólo gracias a las buenas notas que sacaba en otras asignaturas pude ir pasando de curso. En la Universidad me decanté por las letras, Filología Antigua, una Licenciatura de recién creación. Aquello no fue cómo me esperaba. En general no me iba mal, en las lenguas indoeuropeas no tenía muchos problemas pero en las lenguas semíticas y otras por el estilo, padecí un calvario. No era capaz de escribirlas cómo tal, mi ortografía era pésima y así me era muy difícil superar los cursos aunque finalmente me gradué. En esos años me había hecho una infinidad de análisis, chequeos, pruebas y más pruebas pero siempre salía lo mismo, estaba sanísimo. Mis padres me llevaron a varios psicólogos y luego psiquiatras pero todo estaba en orden. Yo pensaba en esos momentos que ese algo que me acompañaba desde niño iba creciendo y creciendo y su sombra se alargaba y se alargaba. Pasé un tiempo de preocupación, un tiempo de pasotismo, un tiempo de reflexión y finalmente, un tiempo de aceptación Estaba convencido que ninguna persona ajena a mi círculo íntimo iba a resolver nada aunque dejé que mis padres siguiesen buscando una solución, a lo mejor a ellos les iba mejor que a mí. Mis diferentes amigos en el transcurso de los años siempre me habían recomendado que no le diese mucha importancia a este tema pero no podía, para mí siempre había sido importante. Me preguntaba si no estaría maldecido por algún Dios antiguo, acaso una Hera ociosa o tal vez por un Ahrimán caprichoso, no sabía. Y más después de las dos expediciones a Grecia e Irán que había podido realizar en estos tres últimos años. Allí encontré pruebas físicas que reafirmaban lo que había estudiado en la carrera universitaria, la historia de unas personas que vivían bajo la alargada sombra de unos ignotos caprichos, guerra y paz, prosperidad y hambruna, todo dependía de los augurios de unos Dioses que se escondían en todas partes y en ninguna. Ellos decidían sobre otros cómo yo y a veces escogían a un pobre infeliz y hacían de su vida una especie de ratonera, una vida sin salidas ni entradas, una existencia acordonada desde el mismo momento que el Dios depositaba su atención sobre el infortunado. Lo mismo que sentía yo. A veces me parecía estar viviendo en un mundo remoto, sujeto a sus realidades y a su tiempo pero sabía que no era así, estaba seguro que yo no era un ser antiguo aunque padeciese lo mismo que los antiguos. La verdad era que nada de todo esto tenía tintes de arreglarse y no sabía que hacer para solucionarlo, simplemente era una cosa que me acompañaba, cómo una fina película que recubría mi piel y que no me dejaba hacer más allá de una distancia determinada. Si estiraba por delante, me apretaba por detrás, si perseguía el cielo, me destrozaba los pies.

Era una ratonera, algo demasiado perfecto para ser humano.

Por eso me preguntaba si no estaría maldecido por algún Dios...

… cómo los que vivían en la antigüedad.


 

2 comentarios:

  1. Todos en la actualidad vivimos bajo el techo de dioses y semidioses de la Antigüedad. Sus mitos, bendiciones y maldiciones, forjan la trama del cotidiano vivir. Tan antiguos y tan actuales.
    Tu prosa es magnífica.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Completamente de acuerdo, los Dioses aún tienen poder...

    Gracias por pasarte :)

    Besos cosmológicos


    ResponderEliminar