A doctrina



Las volutas de un humo denso, más denso que la más densa de todas las nieblas, me envuelve y desaparezco ante una visión sin dirección. Las volutas parecen crecer por si mismas, sin ayuda ni dependencia de nadie. El humo, como si fuera un antiguo Dios, transforma una realidad que hasta ese momento parecía ajustada a doctrina. Nada parece aunque todo lo es. La visión, como tantas veces, no sirve de nada, nada puede superar a este Dios antiguo que susurra en una lengua perdida. Niebla, bruma, humo, que más da que mi cabeza quiera darle sentido o explicación, que más da si nada de todo esto es real, lo que supera con creces las expectativas es el estado. La no sustentación, al igual que las volutas, y la deriva. Así cómo los continentes se mueven, así mis pasos inmóviles cercan una sensación, luego dos y más tarde, no hay más tarde. Las volutas del humo denso, cual columnas salomónicas, erizan mi piel al contacto, liberan mi mente y desarrollan habilidades, se asemeja más a recorrer con las yemas de los dedos la palabra Renacimiento y dejarse llevar que a cualquier otra cosa. La densidad no ahoga aunque si impresiona, es mejor cerrar los ojos. Los dedos me queman y de las puntas de los mismos siento como si me crecieran llamas de fuego intenso, mi cuerpo sigue tenso, apenas sudoroso y firme aunque siento que no me va a pasar nada allí. El miedo siempre llama a la puerta, las veces que haga falta. De repente una dulce melodía llega a mis oídos, parece de una tierra lejana, de una historia perdida de un tiempo pasado. Sus acordes, armoniosos hasta el éxtasis, colorean este humo denso que tanto me envuelve y me acaricia. De nuevo, sin moverme avanzo y de nuevo el humo se arremolina en torno a mí. Un viento fuerte desliza sus etéreos dedos sobre mi cuerpo desnudo y yo...

… como si fuera un antiguo Dios, transformo mi realidad que hasta ese momento parecía ajustada a doctrina.



Un arce concretamente




Dolido por las formas Nasj Pas se dirigió al único lugar dónde podía ir. Un lugar dónde podía dar rienda suelta a sus funestos sentimientos sin reparar en nadie ni en nada. No era un lugar escondido o alejado de las masas, era más bien un espacio dónde el tiempo no influía, un lugar dónde las leyes de la Física no tenían una clara razón de ser. Tampoco era una abstracción ni un estado alucinógeno de la mente, era un lugar físico aunque cómo ya hemos comentado, las leyes allí no regían de igual modo. Dolido se dirigió allí, con paso decidido aunque algo cansado, no era de extrañar pues el día para Nasj Pas no había sido bueno. Más bien malo. Por la mañana las cosas parecían estar claras pero en esos momentos no encontraba una explicación. Parecía que el mundo se había olvidado de Nasj Pas. Y mientras tanto Nasj Pas se dirigía a dar rienda suelta a sus sentimientos. Éstos, cómo aves de paso, parecían llegar de todas partes. Funestos grises con tintes negruzcos iban coloreando una alma que por la mañana era de otra tonalidad. Al llegar encontró todo tal y cómo lo recordaba, nada había cambiado pues allí el tiempo no influía. Si cualquier físico nuclear hubiese conocido de su existencia se hubiese maravillado porque poseía las características físicas del estado de la materia a un nivel subatómico, era una excepción que confirmaba una regla sagrada de la Física. Se sentó bajo lo que parecía un árbol, un arce concretamente, y la realidad de colores apagados parecía dibujarse de un modo extraño ante sus ojos. La escasa luz proveniente de una luna muy lejana no ayudaba nada. Era un lugar que reflejaba su estado. Un espacio dónde todo se torcía del revés, un lugar dónde el ahora, el hoy y el momento parecían disociarse hasta la contraposición, un lugar dónde el refugio se convertía en cárcel. Aunque cabría puntualizar que su encierro no era cómo uno pudiera pensar, no era la privación de libertad estrictamente hablando, era una carencia, un vacío ante una realidad que se había roto. Sus pasos decididos y cansados lo devolvían a ese lugar, sus experiencias recientes habían conseguido desdibujarlo para de nuevo volver a pintarlo en funestos grises que nada bien le amparaban. Un estado lejos del maravilloso ayer que era vivir. Nasj Pas escuchaba la noche que se cernía sobre él e indagaba con su mirada a la lejana luna cual era el verdadero sentido de todo aquello. Preguntas y más preguntas dentro de un cuadro que sobresalía de su marco, preguntas y más preguntas por parte de una mano temblorosa por hacer. Sentado, bajo lo que parecía un arce, intentaba ligarse al lugar que tan extrañamente lo acogía, quería dejar que el tiempo desapareciese o disminuyese a una escala que ni siquiera la precisión de un físico nuclear pudiese detectar, lo quería y por ello permanecía sentado en el lugar dónde sólo se podía ir una vez has sentido tanto...

… dolor.



Esparpanto




Esparpanto era un personaje que necesitaba una historia personal, diferente a cualquier otra pues pensaba que su nombre bien lo valía. Así que ni corto ni perezoso salió de dónde permanecía oculto y me vino a buscar. Estuvo insistiéndome durante más de dos semanas hasta que al final accedí. Al principio quiso que fuese una autobiografía, luego una novela, más tarde un extenso cuento hasta que finalmente se decidió. Esparpanto me confesó que había llegado a la conclusión que su vida se podía resumir en una sola cosa. Una experiencia de apenas tres días que le había cambiado su vida y que desde ese momento lo acompañaba fuese dónde fuese, hiciese lo que hiciese. Comprobé como a Esparpanto se le quebraba la voz al recordar aquellos días y eso me extrañó. Tenía la sensación que estaba muy seguro de lo que quería y de cómo lo quería pero ahora veía que no era exactamente así. Detrás de toda coraza, hay carne. Esparpanto no era ninguna excepción. Cuando todo estuvo dispuesto comenzó. Hablaba despacio, saboreando cada palabra, cada silencio y disfrutaba de ello. Su mirada se perdía en la lejanía, hablaba pero parecía que no se encontraba allí. Paso diez días visitándome cada noche hasta que por fin acabamos el escrito. Las correcciones nos llevaron tres días más y la portada, porque Esparpanto quería una portada, un día más. Al final dos semanas enteras sin poder dormir como dios manda. Debo confesar que escuchar a Esparpanto fue un deleite aunque su relato no era gran cosa. Me esperaba aventuras heroicas, hermosas damas y luchas a la luz de la luna y en cambio me encontré escribiendo una historia normal. Una historia cotidiana explicada con tanta intensidad que podía sentir la épica del momento. Cuando nos despedimos le pregunté adónde se marchaba pero no lo sabía. Le aclaré que su relato no iba a ser publicado, que yo no tenía los medios y no conocía a nadie que los tuviese pero esto le daba igual. Había llegado de un lugar remoto y oculto para explicar su historia y ahora que lo había hecho se sentía bien. Nos despedimos tomándonos un vino y charlando de esto y aquello. Otra demostración que Esparpanto no era lo que me había parecido en un principio porque no hay que olvidar que...

… detrás de una coraza, hay carne.



¡Usted está loco!



¡Usted está loco!

Curioso que un desconocido afirme con tanta rotundidad semejante hecho.

Sus actos me avalan.

Su moral lo encierra.

¡Eso no es verdad!

Tampoco es mentira.

Pero hay una gran diferencia.

¿Entre qué? ¿Entre una mentira piadosa y una verdad a medias tal vez?

No, no es eso. Existe algo más entre verdad y mentira.

¿Y ese algo que se supone que es?

No sabría explicárselo pero existe.

Curiosa afirmación. Usted que me proclama loco sin tan siquiera conocerme es capaz de afirmar que hay diferencias entre la verdad y la mentira pero no es capaz de explicarlas.

Así es.

Usted es nuevo aquí, ¿no?

Si. Hace dos semanas aterricé en la planta tres de mediología y ahora llevo tres días en ésta. Usted es mi segundo paciente.

¿Y aún así afirma que estoy loco?

Sus actos hablan por sí mismos.

Yo creo que es su moral predeterminada quien lo ciega.

Y sí es así, ¿que se supone que debo ver?

Que el único loco aquí es usted. Que sus miedos no han desaparecido en su corta estancia en la planta tres y que su verdad es tan falsa como verdadera su mentira.

¡Usted esta loco!

Y usted es un hombre de moral ciega.



Chiquillas



Un conocido mío es un novelista de renombre, de esos que salen en las gacetas literarias y en los diarios. No le gusta presumir de ello aunque tampoco deja de sacar tajada por ello. Si alguien le ofrece algo sin compromiso alguno, él acepta. En su casa nadie cree que sea tan buen escritor, yo tampoco. Su abuela, que conoce a la mía desde que eran chiquillas, siempre dice que lo que escribe no se lo leería ni un pato, si éstos supiesen leer. Dice que es mejor leerse del tirón el prospecto de algún medicamento que una novela suya aunque reconoce que como laxante no hay nada como sus letras. Hay que aclarar que su abuela es una reconocida poeta de este país, con asiento propio en la Academia de Poesía. Sus novelas han sido traducidas a decenas de idiomas y sus conferencias se extienden por todo el mundo y aún así, cuando viene a la ciudad, siempre viene a visitar a mi abuela, analfabeta ella, y se pasan horas charlando y riendo. Son dos abuelas dispares pero muy buenas amigas. Yo de vez en cuando las acompaño, se sientan en plena calle, con su agua fría, sus pistachos amargos y una cajetilla de tabaco rubio. Las dos fuman aún. Llevan setenta años haciéndolo y no lo piensan dejar. Dicen que con lo que les queda de vida sería una pena dejarlo, se han pasado toda la vida enganchadas a un cigarrillo y quieren morir con él entre sus dedos. Yo las escucho y sólo muy de vez en cuando hablo, es interesante para mí escuchar la voz de la experiencia. Sus palabras y gestos están cargados de una especial calidez, de una sensibilidad humana que alcanza el alma y que deja impronta. Es escuchar como habla directamente la Historia. Reconozco que algunos de mis escritos han sido inspirados directamente por las palabras de estas dos abuelas que tan bien se llevan. Siempre los he precedido por un agradecimiento y reconocimiento y eso es algo que el nieto de la abuela ilustrada nunca ha hecho. Por lo que cuenta su abuela, él ha pasado infinidad de tiempo junto a ella aprendiendo a sentir y a canalizar todas estas sensaciones en palabras. Le ha dado miles de consejos, apuntes y recomendaciones que luego, para disgusto de ella, las ha visto transcritas literalmente en sus novelas. Un plagio feo y ajeno a lo que ella pretendía transmitirle. Ella no había sido capaz y él tampoco ha reconocido sus carencias a pesar de ser un novelista conocido en las gacetas literarias. Ella no ha dicho públicamente nada en su contra pero a mi abuela le ha contado la verdad y con ella, yo también me he enterado.

El conocido mío que es novelista sigue recogiendo premio y críticas favorables, sigue creciendo su fama al igual que su bolsillo mientras su abuela, la poderosa pariente de letras ilustradas, sigue viniendo a nuestra ciudad, a nuestro barrio, a nuestras humildes calles en busca de su amiga, la misma amiga desde que eran chiquillas.



Adolece de sensibilidad




Un viajero concurre a una grupa, la del camello claro está, junto a otros viajeros. Son expedicionarios baladíes en busca de una oportunidad, en busca de una excusa y una grupa. Son cinco, el más joven es el más resuelto y piensa ingenuamente que aquello cambiará su suerte, los otros lo dejan hacer. Saben que en esta vida nadie te da una grupa por nada, ni tan sólo por concurrir. Para el mayor de los viajeros aquella es su cincuentena concurrencia, un motivo de lástima más que de halago, lo sabe bien. Es funesto hasta la saciedad y a diferencia de los otros, siempre viste de azul. Los otros cinco son viajeros sin rumbo ni navío. Entre ellos, nuestro viajero que concurre en busca de su cuarta grupa. Es el más alto, el más apuesto y el que tiene las botas más gastadas aunque también es el único que lleva patillas. Grandes patillas de un color anaranjado del todo sospechoso. Hay uno que se viste al revés, primero se pone su ropa de expedicionario y encima su ropa interior, ya lo conocen y a nadie le sorprende verlo así. Hay otro que apuesta siempre a que él no va a ganar, confiesa que saca más apostando en su contra que a favor. El último de los cinco que ha concurrido ha sido el menos curioso, no viste diferente, no habla diferente y no cuchichea como otros, por ejemplo el viejo. Parece el menos triste aunque tampoco nos ha dejado grandes pistas, lo que sí destaca de él es su gran lunar que le cubre gran parte de su cabeza calva. Un color extraño se desprende del lunar a ciertas horas del día pero no es más extravagante que cualquier otro que en busca de una grupa, se apea aquí.

Es un sitio agradable y nada propicio para que algo salga mal pero para estos baladíes expedicionarios nada es seguro. Cualquiera de ellos puede ganar y cualquiera de ellos puede perder aunque una cosa es segura, han concurrido. Se han apeado hoy aquí en busca de una grupa, la del camello claro está, y por otra razón. Algunos de ellos la intuyen, como por ejemplo el de las patillas y el del lunar enorme, pero ninguno de ellos la sabe con certeza. Las conclusiones obvias sobre su búsqueda las apartamos por el momento por sobradamente conocidas, ahondaremos en ese sustrato yacente del que emana los instintos básicos del viajero. Aquí la grupa es una metáfora al sentido de su vida, cada uno de ellos aún no se reconoce en ella a pesar de haber viajado centenares de amaneceres hasta llegar aquí. Este acto de reconocimiento por su parte es como la peregrinación del creyente a un lugar santo en busca de una salvación que no sabe que lleva consigo. Una huella en el camino, que ya ha sido dada y que por mucho que sorprenda, ya es conocida. El viajero, con o sin grupa, posee una suerte que difiere a los demás mortales, su poco arraigo hacía la verdad absoluta. El viajero vive ante la incertidumbre de saber si ganará o no la grupa, del camello claro está, o si por el contrario regresará dónde nunca estuvo. Es una visión que adolece de sensibilidad.

Al final la concurrencia se queda sin nada, la grupa ha desaparecido, y por consiguiente el camello, así que los cinco viajeros, el joven, el viejo, el de las patillas, el que juega en su contra y el del gran lunar en su cabeza calva se marchan, no por dónde vinieron sino por dónde deberían haber llegado.

Una apuesta arriesgada pero bien vale una grupa, de camello claro está, si lo que uno pretende es tan sólo concurrir.



Vivir en pasivo




Sus ojos ya se han acostumbrado a la poca luz. Ésta le llega a través de una pequeña lámpara que descansa en su mesa. El Director ha ordenado que las luces se apaguen a las seis en punto así que si alguien tiene que quedarse en la oficina pasada esa hora, se resigna a trabajar así. Son las siete y diez y aún esta intentando cuadrar un balance que parece estar hecho por el mismísimo Satanás. Es la tercera vez que le pasa en estos últimos dos meses y entre sus compañeros de trabajo ya se rumorea que debe estar pasando por una mala racha. Nada de esto es verdad, lo que le pasa es que su trabajo ya no le gusta. Ser el contable principal de una gran empresa multinacional ha sido su gran sueño desde que empezó a estudiar pero ahora, cuando tan sólo hace un año que lo es, ya no le satisface. Ha perdido interés por los números y por la contabilidad y la ingeniería financiera ya no es su pasatiempo preferido. Todo ha cambiado en estos dos últimos meses y ahora su mundo parece resquebrajarse bajo sus pies. Nada parece tener sentido, ni los números ni su trabajo ni su vida. Sigue trabajando para pagar las facturas pero ya no le quedan alicientes. A menudo sueña que se marcha lejos, a otro lugar, a otro mundo, más allá del horizonte dónde las estrellas siempre son visibles. Esta pesadez vital nace de su insatisfacción aunque sigue haciendo su trabajo a pesar que cada vez le cuesta más. Sus números, perfectamente cuadrados, serán mostrados a un importante grupo inversor al día siguiente y la empresa ganará millones y a él, esta seguro, todo esto no le reportará nada. Su esfuerzo recompensará de nuevo a otros. Sabe que es injusto pero en un mundo dónde para vivir es necesario el dinero, nada es justo. Él sigue trabajando, absorto en su tarea, sin darse cuenta de lo que pasa realmente. Su mente primaria, es decir, el pensamiento activo de Nioko esta utilizando los números para cuadrar el balance contable mientras su mente secundaria, es decir, el pensamiento pasivo esta recreando una ruta, una escapatoria, una salida para todo embrollo que es su trabajo y por extensión, su vida. Hay un anhelo secreto en su pensamiento pasivo, el lugar dónde siempre brillan las estrellas, ese lugar dónde lo imposible se reduce, lo inevitable se congela y lo inviable se mueve. Es un lugar dónde se puede llegar a través de los números aunque una vez allí las palabras y sobretodo las sensaciones lo son todo. Las ocho y veintitrés y Nioko esta a punto de acabar, un par de correcciones más y el balance estará a punto para ser entregado. Al acabar tiene una grata sensación, su cuerpo parece relajarse por momentos mientras ordena los papeles y los lleva a la mesa del Director. Mañana éste los comprobará y dará su visto bueno, Nioko no falla a la hora de hacer bien su trabajo. Detiene su ordenador, recoge las cuatro cosas esparcidas por su mesa y apaga la pequeña lámpara que tanta compañía le ha hecho. Al llegar al coche una fuerte sensación de paz le invade. Se siente más libre que nunca, ya nada importa en estos momentos y tiene la sensación que las ataduras que tanto bloqueaban sus pasos han cedido. No sabe decirse que es lo que le pasa aunque siente que esta sensación es el primer peldaño de una nueva forma de entender la vida. Esta seguro que las sensaciones que ahora lo invaden le enseñarán que todo es posible, evitable y viable.

A la mañana siguiente los gritos del Director se escuchan por toda la planta. Sus reproches hacía Nioko son constantes y nadie en la oficina recuerda haber visto al Director de este modo. Esta más que enfadado y ordena continuamente que se vaya a buscar a Nioko pero nadie consigue localizarlo. Parece haberse esfumado. El Director sigue despotricando mientras la sede central de la gran empresa multinacional es un caos a menos de una hora de la reunión con el importante grupo inversor extranjero.

Nioko no ha entregado el balance contable como se le había ordenado, en cambio si que ha dejado algo. Son una veintena de dibujos de lo que parece ser un lugar remoto y exótico. Un lugar dónde el cielo y la tierra se funden en una armonía de colores y las estrellas siempre son visibles.

Nioko ha dejado de pensar en activo...

… para vivir en pasivo.



Pequeños aleteos



¿Porque crees que son tan importante los cambios?

No lo creo yo, me lo grita la vida.

¿Como puede saber eso?

Lo sé, simplemente... Perdona que sea tan parco pero no consigo explicar bien los temas que carecen de explicación para mí.

¿No dicen que es mejor la calma a la tempestad?

Lo bueno es encarar con calma la tempestad porque ésta siempre llega.

¿A veces parece que el silencio no te ayuda?

El silencio siempre ayuda, otra cosa es cómo utilizarlo, cuando en lugar de ser útil para a ser inútil, esto es un quid. Igual pasa con las palabras, se debe ir con sumo cuidado al utilizarlas.

¿A veces cuando hablas no pareces tú?

Me parece que es mejor vivir tus miles de seres que pretender buscarte y esperar encontrar una única manera de ser. La coherencia esta muy bien puertas afuera pero en el interior la coherencia se diluye en un mundo mucho más grande. Nunca uno mismo es el mismo, es un principio obvio pero poderoso.

¿Dejarías de soñar por algún motivo?

Entonces, de algún modo u otro, habría muerto. Una vez alguien me dijo que soñar y respirar son la misma cosa e igualmente necesarias, sin sueños ni aire no hay vida y añadió, si no me crees, pruébalo, luego se rió.

¿Cuando vuelves a salir de viaje?

No tengo prisa, sabes que siento simpatía por el diablo, así que ya se verá.

¿Podré acompañarte esta vez?

Son tus alas las que me permiten partir.

¿Mis alas?

Tus alas hijo, tus alas.