Okuribito

                     



                     





"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo,
dos corazones en un mismo ataúd"

(Alphonse de Lamartine)



"La muerte no es más que un sueño y un olvido"

(Mahatma Gandhi)



Palabras al azar



Una mano amiga. Un abrazo. Una voz pausada que calma. Unos ojos que ven tu interior. Un día soleado. Una brisa de mar. El trino de las aves. El vuelo del halcón. Las luces al anochecer. El silencio de las estrellas. La música del Universo. La humanidad en todo su esplendor. La insignificancia hecha verdad. Las hojas de un libro viejo. Lo anciano de un niño. La inconsciencia de los advertidos. La timidez del rayo. Las nubes que sonríen. Los bosques bañados de plata. Las bocanadas de un aire frío. Las orejas sin tapar. Los adverbios en lugar de los adjetivos. Las formas que dan contenido. Los muchachos persiguiendo a las jóvenes. Los arquitectos sin paladar. La linea de flotación. La descomunal energía del Sí. El sabor de un beso de Amor. Los dedales de Dédalo. Las virtudes del violín. Las melodías de la sábana. La riqueza del Alma. La inmensidad de la mujer. La pobreza del solitario. Lo nocturno en el Ártico. Las grandilocuencia del ventrílocuo. La aridez en Panamá. Las bellotas del jardín. Los motores de un avión. Las alas del albatros. Los deseos de un entrepierna. Las butacas del pesar. Los anhelos del guionista. La saliva de los enamorados. El niño que corre. La mosca que huye. La verdad de lo pasado. La vendimia del Don Juan. Los alvéolos del inoperante. La astucia de D´Artagnan. Lo esponjoso de la selva. La flauta sin razón. Las ciudades destruidas. Las lágrimas sin parar. Los verbos del paisano. Las erratas del salar. El orgullo del destino. Los pies que no dejan de bailar. Las luces sin sombras. La amistad sin deshojar. Los soldados sin fusiles. Las vainas sin olvidar. Las Lolas con sus vestidos. La danza del pisar. El Coloso fuera del parque. Las manías sin maquillar. La idiotez sin apellidos. El sinsentido por hablar. La soledad sin refugio. La esencia por desentrañar. Los cojines sudamericanos. Los cigarros de liar. Las máquinas sin pasos. Los Fiordos que almidonar. Las libélulas sin alas. Los cangrejos al despertar. El sonido de la abeja. Los dulces sin respirar. La amiga que desespera. Los Sueños por realizar. Las cosas que no dejan huella. La arena blanca sin soldar. Los dientes milimétricos. Las enseñanzas del podar. La americana de tweed. El japonés que ríe. El Desierto sin aliento. Las voces del sonido...

Un saludo sin pensar.

Palabras al azar.



 
Lo que te dicte el corazón, es la única verdad
sobre la que nunca te cuestionarás”
(David)



Hoy y Siempre



Hoy,
un ángel me ha sonreído,

hoy,
el deseo de los deseosos
se manifiesta
en la ternura de unos ojos,

hoy,
los rizos dorados y sedosos
toman forma
para acercarnos
a la belleza de los antiguos,

hoy,
el orondo cuerpo,
la alegre sonrisa,
la suave piel
y
la inmensa energía
poseen un brillo especial,

hoy,
el delicado y decidido cuerpo
se transforma
en una plática magistral,

hoy,
un ángel me ha sonreído
cómo ayer, cómo mañana
y
siempre.



Escritor anónimo



El joven escritor hacía todo lo posible para llevar a cabo sus anhelos y su manera de escribir no siempre era la misma. Le gustaba cambiar, componer de un modo diferente la forma y el contenido en busca de nuevas fronteras que hicieran de él un ser más amplio, más profundo y a la vez más cercano. No escribía con la esperanza que lo leyesen pues esa tarea no dependía de él, sabía que los gustos al igual que los colores son libres y sobre ellos no hay modo de influir. Tan sólo escribía porque le gustaba escribir. Se sentía bien si de su mente alocada sacaba cuatro palabras que le llegaban al corazón, ese mismo corazón que no paraba de cabalgar por los más diversos hábitats del sentimiento. Poseía poca cultura literaria en comparación con otros a los que tanto admiraba ya fuesen reconocidos escritores o anónimos cómo él. Su amor a las letras no tenía etiquetas porque en su búsqueda incesante de la belleza, del arte en estado puro las fronteras o las metas no existían. No se desanimaba fácilmente aunque a veces pasaba temporadas en que sus escritos no le servían más que para su necesaria práctica diaria. Leía ávidamente y lo hacía cómo hacen las cosas los niños, con ilusión y sin esperar nada a cambio aunque de ello habría que decir que recibía mucho más de lo que pensaba en un primer momento. Se pasaba semanas absorto en una historia, la componía y la descomponía, la estructuraba y la desestructuraba y así pasaba su tiempo de letras y luces. Había tenido la suerte de conocer a varios escritores y poetas de cierto renombre y en ellos vio lo que tanto anhelaba, un brillo especial en sus ojos que reflejan una virtud fuera del alcance de la mayoría de individuos que merodean por este mundo. Letras que a fuerza de trabajo y una pizca de inspiración surtían efecto en lo más profundo del ser, letras que eran capaces de cambiar y aposentarse en ese sitio dónde todos poseemos pero pocos están dispuestos a admirar. Uno de ellos, un poeta al que especialmente admiraba, le había confesado después de una conferencia que el trabajo de escritor es duro, mucho más duro de lo que la mayoría de gente piensa. Todos creen que escribir es fácil pero no es así. Nadie, a excepción de los propios escritores, reconocidos o anónimos, sabe de la dificultad que entraña transmitir con el único medio que es la palabra. Le confesaba que escribir era cómo crecer, que por muchos años que siguiese haciéndolo, vivir o escribir, nunca se acababa de aprender. Este joven escritor anónimo e ilusionado seguía su camino sin importarle otra cosa que no fueran las letras, las mismas que salían de su interior aún sabiendo que una vez que las dejaba plasmada en papel, ya no eran únicamente suyas. Le gustaba observar cómo unas simples grafías, cómo un código establecido de antemano era capaz de expresar tanto y tan diverso y podía generar tantos sentimientos. Las letras, cómo toda expresión artística están llenas de ricos matices y eran justamente esos matices lo que él buscaba con su práctica diaria. Los hechos que explicaba no eran más que burdas excusas para un fin mayor, la consecución de unas letras que reflejasen fielmente lo que su corazón tan intensamente sentía. Este joven y alocado escritor sabía mejor que nadie que su obra estaba falta de todo aquello que era bello en las letras, que escribía desde unos cuantos miles de peldaños más abajo de lo que se podría considerar cómo lógico y normal pero aún así y junto a sus ansias de querer y su fe ciega en el poder, seguía su labor sin perturbarse por los continuos y desastrosos escritos que emanaban de su pluma. No era una cuestión de hacer era más bien una cuestión de ser. Sus letras, sus manos, su cabeza y su corazón se desarrollaban a medida que el tiempo y la práctica seguía. No era ambicioso respecto a lo que la mayoría ambicionaba, era más bien que en ellas había depositado su vida y su búsqueda. En ellas se reflejaba su ser caótico e irresponsable, su manera díscola y variopinta y su saber superficial e intrascendente.

En ellas se depositaba su ser. Siempre cambiante, siempre diferente...

… este era el escritor anónimo.



 
"Las palabras constituyen la droga más potente
que haya inventado la humanidad."
Rudyard Kipling

"Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se

trate, sino la música que hacen las palabras."

Truman Capote



"Somos lo que hacemos repetidamente.

La excelencia, entonces, no es un acto.

Es un hábito."

Aristóteles