Es más


 

Es más que juntar palabras,
es más que unir incoherencias,

es más que apropiarse de lo indebido,
es más que expresar lo sabido,

es más que sentir con sustantivo,
es más que decir sin atractivo,

es más que lo escuchado por los oídos,
es más que unos simples sonidos,

es más que una pluma que se desliza,
es más que esta pizarra y su tiza,

es más que la fusión de un sentimiento,
es más que una estrella en el firmamento,

es más que una alegría vivida,
es más que una sensación sentida,

es más que una continua afirmación,
es más que una simple solución,

es más que una ilusión vana,
es más que mi primera cana,

es más que el instante presente,
es más que el momento siguiente,

es más que una manera ecléctica,
es más que una mente frenética,

es más que el deseo de soñar,
es más que aprender el arte de volar.

Simplemente,




Wichien-Maat



Su obsesión por los gatos ya le venía de muy pequeño. Sus primeros recuerdos eran montones de gatos a su alrededor, ronroneando y deslizándose entre sus diminutas piernas que apenas se aguantaban. Los gatos en su vida siempre habían estado presentes, primero en casa de sus abuelos maternos que vivían con docenas de ellos y le enseñaron a prodigarles afecto y dedicación, más tarde en la escuela primaria dónde rondaban por los alrededores en busca de alguna comida fácil a pesar de los evidentes peligros que entrañaba estar tan cerca de niños y aún más tarde en la Universidad cuando estudiaba Biología siempre andaba rodeado de gatos para la experimentación, aquello al principio lo aterró hasta que pudo superarlo. Finalmente cuando se licenció y se pudo ir a vivir sólo, lo primero que hizo fue comprarse un gato. Era un siamés de pelo largo y agrisado, sus ojos azules eran de una claridad espectacular y cada vez que lo miraba fijamente tenía la impresión que el gato, de un momento a otro, se iba a poner hablar. Era muy listo aunque no era tan amistoso cómo pensaba que sería en un principio, éste siempre se las ingeniaba para conseguir todo lo que necesitaba y hasta hubo ocasiones que ni él mismo sabía quién era el animal y quién era el dueño. Le gustaba tener un gato en casa, le aportaba tranquilidad y sobretodo le daba una responsabilidad fuera de su trabajo que de otra manera no hubiese tenido. Era una persona que se relacionaba muy poco con los demás, era un poco retraído y tan sólo hablaba lo imprescindible aunque no era así siempre, cuando llegaba a casa no dejaba de prodigar mimos y atenciones a su amado siamés cómo si esto compensase su falta de sociabilidad. Los meses fueron pasando y el gato fue creciendo, al principio muy poco a poco pero luego empezó a crecer de un modo considerable. Lo llevó al veterinario y éste le dijo que el gato tenía un problema que le hacía crecer más rápido de lo normal pero que no se asustase, que en un periodo de tiempo relativamente corto este crecimiento acelerado se detendría y tendría un gato sano cómo cualquier otro. Un poco más grande pero igual que cualquier otro gato, le había asegurado el veterinario. Este hecho le hizo unirse aún más a su gato, sentía que él era responsable de su grandaria y se maldecía por no haber estado más atento en su alimentación y ejercicio. Busco información más detallada sobre los hábitos de los siameses y se puso a trabajar con él. Decidió cambiar su turno de trabajo para pasar más tiempo con él, dejó su apartamento y alquiló una casa con un pequeño jardín para que el gato tuviese más espacio. Llegó el día en que se dio cuenta que vivía sólo para y por el gato y a pesar de sonar extraño, esto le gustaba. Su vida había girado en torno a los gatos y ahora estaba seguro que poseía el gato más bonito del mundo y uno de los más grandes de la ciudad. Era su razón de vivir y poco a poco fue alejándose de todas las ocupaciones que no tenían que ver con su gato. Fue faltando día si día también al trabajo hasta que lo echaron y los pocos amigos que aún conservaba ya no lo reclamaban. Su vida se centró en aquel gato de mirada penetrante y gestos elegantes a pesar de su enorme grandaria y esto desencadenó que desde hacía un tiempo él se había descuidado en su aspecto físico en pro del gato. Su pulido semblante de antaño ahora no existía, se vestía con cualquier prenda, conjuntase o no, y salía siempre de casa a horas intempestivas en busca de las cuatro cosas que necesitaba para subsistir. El gato vivía cómodamente mientras que él se las tenía que ingeniar para llegar a final de mes pero todas estas penalidades no le importaban si su gato estaba bien, se desvivía por él hasta el grado máximo de la obsesión y es así cómo llegamos al día de hoy.

Esta mañana, al levantarse se encuentra una nota encima de la mesa. No le presta atención hasta que después de estar buscando al siamés durante más de una hora y no encontrarlo, posa sus ojos encima de ella y se da cuenta que es el único indicio que tiene para saber sobre su paradero. Esta desesperado y la nota se le cae de las manos tres veces antes de que pueda tan sólo ojearla. En la nota, escrita con excelente caligrafía, se puede leer que se han llevado al gato y que lamentablemente no volverá a recuperarlo. También dice que lamentan haber causado tantas molestias pero que su gato es esencial para la mejora física y anímica de una persona y que por esto han decidido secuestrarlo. Él no entiende que tiene que ver su gato con nadie que no sea él y en esos momentos la duda y cierta indefensión le embargan, de repente estalla de rabia y enseguida empieza a romper todo lo que se encuentra por delante. En menos de una hora su casa esta destrozada y seguiría destruyéndola si no fuese porque aparece la policía avisada seguramente por los vecinos que se han asustado con tanto revuelo. Finalmente lo detienen y después de examinarlo detenidamente deciden internarlo en un centro especializado. Su rabia había desaparecido al poco de llegar a los juzgados y ahora sólo le invade un sentimiento de frustración y pérdida. Sabe que su vida ya no será la misma sin su gato, su amado gato siamés.

Al día siguiente, por la mañana, los policías encargados de dar el almuerzo se encuentran una escena nada normal. Decenas de gatos están en la celda dónde horas antes estaba el detenido aunque de éste ya no quedan indicios. Al abrir las puertas los gatos corren hacía todas direcciones pero no hay rastro del sujeto. Ha desaparecido y nadie sabe cómo ha sido posible. Después de estar buscando por todas las dependencias se da la orden de búsqueda y captura. Los policías salen atropellándose de la comisaria en busca de aquel perturbado que tan peligroso parece ser sin darse cuenta que un enorme gato siamés los observa desde un tejado cercano.

Esta inmóvil y aunque parezca que no puede ser, el gato sonríe, parece que esta pensando que esos policías que tantas prisas tienen no saben adónde van ni por dónde tienen que empezar a buscar y aún así lo hacen sólo porque sus superiores se lo han ordenado. El gato sigue mirándolos mientras sonríe en la cornisa porque sabe la verdad. No lo encontrarán.

Ellos persiguen a un hombre y no a un siamés, cómo él.



Devorando recuerdos



Volvía del trabajo paseando vagamente por las calles mientras se preguntaba cómo era posible que siguiese sin encontrar respuesta a las múltiples preguntas que le asaltaban. Se sentía atrapado en una red de interrogantes que no le dejaba ver más allá y se veía a si mismo cómo uno de aquellos insectos que caen atrapados en una tela de araña y que por mucho que se esfuercen, no consiguen salir. Parecía estar muy sólo, no aislado, sino sólo cómo si fuera un disciplinado agente de la Soledad que hace su trabajo diligentemente. Nada era lo que parecía para él mientras vagaba ausente por esas calles que tantas veces recorría distraído. Sacó las llaves y abrió la puerta de su casa. Sin novedad, todo seguía en el mismo sitio y le extrañó haber pensado que cabía la posibilidad que no fuese así, que un día al abrir la puerta de su casa, ésta estuviese patas arriba, porque esto, estaba seguro, le provocaría un susto de muerte. No sabía la razón del porqué cada día pensaba cosas tan raras. Se dio una ducha y al salir y sin pensárselo se estiró en una tumbona del pequeño jardín que poseía en la parte trasera, era su rincón preferido. Le gustaba descansar tomándose una cerveza bien fría y viendo cómo el día declinaba aunque últimamente no había podido ni había sido capaz de hacerlo. Demasiados recuerdos, demasiadas preguntas abundaban en su mente y sentía que en aquellas difusas circunstancias no podía salir al patio trasero porque era mancillar todo lo que representaba aquel rincón. Sin pensárselo se había tumbado y ahora que estaba sólo y en silencio se daba cuenta de lo que había hecho. Había traspasado una linea que tiempo atrás se había autoimpuesto y que había llegado a ser infranqueable en su interior. Él era una persona que se obcecaba mucho y las cuestiones que se le amontonaban en su cabeza estaban sobredimensionadas por no ser capaz de relajarse y por tomarse las cosas cómo se las tomaba. Desde hacía algún tiempo se autoimponía severos hábitos con la esperanza de mejorar las cosas pero éstas en lugar de arreglarse se estaban deteriorando a un ritmo vertiginoso. Bebió otro sorbo de cerveza y se estiró mirando el cielo que poco a poco se iba oscureciendo y en esos momentos pensó en su vida de los últimos años y se dio cuenta que la había vivido frenética y alocadamente, sin percatarse de las terribles consecuencias de sus actos y sin medir la importancia de sus palabras. Ahora sufría sus efectos. Llevaba tiempo sin saber que le pasaba pero teniendo la certeza que algo no iba bien en su interior. Era cómo si el masivo agujero negro del centro de su universo hubiese empezado a devorar todo lo que le rodeaba. Tenía la sensación que en el centro de su ser existía algo que en vez de crecer estaba aniquilando todo lo que encontraba a su paso. Se sentía perdido, se sentía indefenso ante la posibilidad de desaparecer. No quería perderse cuando aún no se conocía. Se incorporó y se acabó de un trago la cerveza. Se levantó y se fue hacía la cocina, no tenía hambre pero estaba decidido a prepararse algo, quería apartar aquellos pensamientos que se le acumulaban en su mente y que sabía que antes o después serían devorados cómo había pasado con sus recuerdos. Estaba sólo, más sólo de lo que cualquiera puede estar porque su soledad no radicaba en un aspecto circunstancial, su soledad se sustentaba en un interior que cada vez estaba más vacío. Su vida actual transcurría en un intervalo, en el espacio que ocupaba su existencia en su propio olvido. Estaba sólo y se sentía atrapado. De repente todo el cansancio acumulado durante el día hizo acto de presencia y se fue a la cama. Al cerrar los ojos sintió un ligero mareo, su cuerpo se estremeció y una minúscula arcada le sobrevino. Estuvo a punto de levantarse pero esperó. Nada era cómo antes, ahora todo en su vida transcurría en una especie de siniestra calma que lo mantenía en un apagado estado. Dejó de ser sociable para convertirse en un solitario porque al final entendió que en los otros no encontraría lo que en su interior se estaba destruyendo. Nada iba a volver, ni sus recuerdos ni su vida y era esta absoluta certeza lo que tanto daño le hacía. El ser debe cambiar, se decía, pero no desaparecer, se recordaba. Finalmente se durmió aunque no pudo tener un sueño placentero.

 

 

¿Cómo es posible vivir en el espacio que ocupa la existencia en tu propio olvido?
Sin miedo.

(David)


 

 

Me siento



En esta vida mía,

me siento Keats en estos días,
me siento Neruda con su inocente mirada,
me siento Blake entre visiones y arte,
me siento Murakami atrapado entre realidad,
me siento Poe cada vez que me miro al espejo,
me siento Saramago a cada reflexión,
me siento Cernuda en los momentos de pasión,
me siento Nervo cuando deseo de corazón,
me siento Herbert cuando viajo a lo mesiánico,
me siento Hesse cuando anido en mí,
me siento Matute cuando río mientras escribo,
me siento Marsé y su diáfano vivir,
me siento Sabines cuando amo,
me siento Whitman cuando ando libre,
me siento Byron en momentos e instantes,
me siento Baudelaire en mis penas,
me siento Verlaine y soy poeta maldito,
me siento Lorca y su alegría,
me siento Hernández cuando canto una nana,
me siento Novalis cuando viajo,
me siento Lope de Vega cuando cabalgo,
me siento Tolkien en sueños,
me siento Suskind entre aromas,
me siento Chejov cuando me levanto,
me siento Shakespeare cuando estoy loco,
me siento Asimov en este extenso universo,
me siento Verne en una mirada visionaria,
me siento Dickens en mis juegos,
me siento Kipling cuando voy a la selva,
me siento Stevenson cuando zarpo hacía el mar,
me siento Allende y parte de su familia,
me siento Auel cuando alcanzo al sapiens,
me siento Pessoa si estoy pasajero,
me siento Dostoievski si le doy al juego,

me siento...
y
no dejo de sentirme.



Emborracharme de Ti (video)

Curiosidad



Tan pronto me levanté supe que no estaba en mi cama. Sentía mi cuerpo reposado en algo que parecía hierba. Al incorporarme me dí cuenta que estaba en medio de una extensa llanura. El Sol acababa de salir, el cielo estaba despejado y nada se escuchaba en toda aquella inmensidad que me rodeaba. Estaba sólo. Me pregunté si aún estaría durmiendo pero me aseguré que estaba despierto y bien despierto. No sabía cómo había llegado ni que era aquel lugar que tanto se parecía a un prado aunque yo sabía que no lo era. La supuesta hierba se parecía mucho a la auténtica hierba, su color y su forma eran iguales pero no su textura. Al tocar esa corta hierba te dabas cuenta que no era natural. Una buena réplica pero réplica al fin y al cabo. Con el Sol y el cielo pasaba lo mismo. Eran cómo los originales pero en este caso su luz era diferente, más tenue, sin tanto fulgor por parte del Sol ni tanta claridad por parte del cielo. Parecía estar en medio de un inmenso prado recién segado y bajo un cielo radiante y soleado pero sabía que no era así. En todo aquello había algo artificial, algo que no era del todo natural y desde hacía un rato, podía simplemente sentirlo. No tenía miedo aunque si curiosidad, esa misma que me había posibilitado hacer cosas que ni en sueños hubiese creído posible hacerlas. Me habían enseñado que las personas curiosas no tenían miedo y que justamente esa curiosidad, y no el miedo, era lo que ayudaba a una persona a seguir adelante. Aparentemente estaba en medio de ningún lugar, sin saber cómo y porqué y aún así no había signos de contradicción en mi actitud. Estaba tranquilo mientras seguía de pie mirando todo a mi alrededor con una expresión serena. Respiré profundamente tres veces y sonreí. Sabía lo que tenía que hacer.

No era un hombre perdido, esto lo sabía perfectamente, tan sólo era un hombre en un lugar nuevo, un sitio dónde las cosas parecían ser una cosa pero no lo eran exactamente. Lo sabía y no me importaba. Volví a respirar profundamente tres veces y me puse en marcha.

Creía saber muchas cosas antes de haber llegado allí pero estaba claro que ahora nada de eso me servía. Tampoco me importó y volví a sonreír.

En esos momentos, mientras caminaba hacía el horizonte, comprendí que mis nuevos pasos no se basarían en mi conocimiento anterior sino en las huellas que recorrería, a partir de ahora, en esta nueva senda de la curiosidad.



Tan solo estaba explorando los limites de la realidad. Tenía curiosidad por ver qué pasaría. Eso era todo: simple curiosidad”.
(Jim Morrison)


La curiosidad es la insubordinación en su más pura forma”
(Vladimir Nabokov)





Mi Gato






Los pelos largos de mi gato
son finos y ligeros
y
su negro azabache
parece no tener fin,

es cariñoso y cósmico,
alegre y sideral,
así es mi gato,
uno sin igual.

Avanzamos y crecemos juntos,
nuestros surcos son los mismos
y
las estrellas, los ojos y las luces
que siempre le rodean,
también son los míos.

Mi gato cósmico
es mi amigo amigable
con un toque de ambigüedad felina
en sus azules ojos
y
a su paso se acercan
propios y extraños
y
en su cola endiablada,
se dibujan SueñoS.

Este compañero fiel y particular,
fruto de mis ganas
y
de su infinita paciencia,
reposa a mi lado
y
en su mirada minina
me descubro de nuevo
transformado
en negro azabache
y
alegre bigote,
como mi gato.