Ayer los vi



Ayer los vi.

Ayer los sentí cómo nunca. Caminaban desnudos y su oscura piel reflejaba la herencia de un tiempo, el Tiempo de los Sueños. No había hombres. Sólo mujeres y niños y en sus cuerpos se manifestaba la dureza de la supervivencia, la locura y el hambre devorador de los hombres reptiles que los perseguían sin saber bien porque lo hacían. Ellas huían aunque finalmente acabaron claudicando por una cuestión vital, el hambre. El miedo las atenazaba y los niños se mantenían inquietos y temerosos. Entre ellas había mujeres con la sabiduría de los siglos y con la sapiencia del desierto. Ojos negros que poseían verdad y todo ello fue arrasado, todo fue, simplemente, normalizado.

Ayer lo vi.

Ayer sentí que lo atávico en mí se despertaba. Acudieron las lágrimas cuando mis células lograron recordar. Sentí lo que sentían, un aterrador miedo y una enorme desesperación al comprobar cómo su mundo moría sin entender mientras su protectora naturaleza parecía ausente ante aquel atropello hacía sus hijos. No pudieron evitar desaparecer engullidos por una realidad que no tenía nada de real.

Querían para ellas una realidad blanca.

A oleadas se despertó en mí su verdad mientras mis células recordaban una verdad aún mayor que me unió a ellos de un modo natural. Me sentí cómo un pariente de un pariente de un pariente de un pariente lejano. El atavismo me conectaba a ellos pero a la vez también me sabía uno de aquellos hombres reptil. Uno de aquellos anónimos responsables del genocidio de nuestra propia sangre, de nuestra propia historia que al fin y al cabo era la historia de todos, es la historia de cada uno de nosotros.

Ayer los vi y mis lágrimas hubiesen querido atravesar el tiempo y el desierto para esconderlos, para hacer posible las palabras que ellos mismos susurraban y mis células me recordaban, hacerlos una simple manifestación de la Voluntad. Hubiese deseado que el agua de mis lágrimas inundará el desierto y entonces sus vidas estarían a salvo. Hubiese sido perfecto pero no fue así. En esos días sus vidas murieron y nuestro destino, con su anónima muerte, fue enterrado.

Ayer los vi y yo y las estrellas que servían de manto a sus Sueños lloramos por saber que los hijos de la tierra habían desaparecido para siempre.

Ayer los vi y mis células sólo pudieron recordar pues ellas mismas sabían que habían muerto hace tiempo, hace mucho tiempo ya.

Ayer los vi y lo esencialmente atávico en mí gritó desconsolado. Su sordo lamento no traspasó mi piel ni mi estancia pero si que rompió el tímpano de mi alma que hoy sigue bañada en sangre dolor.

Ayer los vi y me odie por ser un hombre reptil.

Hoy mi piel es oscura y en mis ojos viven en las estrellas.

Mañana, cómo ellos ayer, ya no soñaré.



 



Entregado



Acaríciame
amor,
recorre mi cuerpo
hasta perderte
en mi piel
que se sabe entregada,

abrázame
con tu lengua,
con el calor de tus latidos
y
con la fuerza de tu sentimiento,

bésame
amor
con la pasión
de todos los enamorados
que han existido y existirán
y
hazme tuyo
sin más compasión
que la del momento,

hazme tuyo
con la intensidad
de los Dioses en plena creación,

hazme tuyo
con tus armas cargadas
de Amor
y
acaríciame
y
abrázame
y
bésame
amor,

que me sé



Una Mariposa aparece...

 

Una mariposa aparece volando en esta reposada y cálida mañana y se posa sobre mi mano. La contemplo divertido mientras ella, ajena a mi presencia, abre y cierra sus preciosas alas sin separar sus diminutas patas sobre mi piel. Me acerco la mano a la cara para observarla mejor y ésta, en ese momento, alarga su trompa y la recoge, la alarga y la recoge con una majestuosidad del todo natural. No dejo de maravillarme cada vez que me encuentro de cara con la belleza de la naturaleza en estado puro. Un aspecto obvio que me asalta la mente y reconozco que me divierte es que yo estoy admirando esta mariposa y ella no es consciente de ello, la mariposa sigue abriendo y cerrando sus alas lentamente y alargando y recogiendo su larga trompa sin percatarse de mi fascinada presencia, simplemente me divierte. Es muy bonita. Sus alas están salpicadas de colores alegres y su frágil cuerpo esta recubierto de unos pelos diminutos con diferentes tonalidades de gris. Este contraste hace de ella una preciosa y única manifestación de vida. Pienso sobre el camino que recorre una mariposa y concluyo que es realmente asombroso, es una muestra maravillosa que la vida es mucho más de lo que pensamos la mayoría de nosotros. Su transformación en si es una clase magistral de cómo las circunstancias hacen que un ser, la vida debería afirmar, busca una y otra vez las más sorprendentes maneras de seguir adelante. Transformación cómo resultado de la necesidad de sobrevivir. Una genialidad de la evolución que en estos momentos esta posada en mi mano, son millones de años de metamorfosis y a pesar de ello y esto no es menos sorprendente, es que siga conservando la fragilidad de lo que circunda lo etéreo. Otra genial resolución a los problemas surgidos por la necesidad de volar en su tercer y último estadio. Me pregunto si los humanos también sufrimos esta transformación a lo largo de nuestra vida. Si tal vez la vida en la tierra sea un estadio más en nuestro camino vital. De repente me viene a la cabeza las palabras de mi abuela sobre las mariposas. Ella me contaba que las mariposas eran seres mágicos cómo también lo eran las hormigas pero que las mariposas poseían una cualidad que no poseían las hormigas y era que éstas eran capaces de transmitir cortos mensajes a nuestros antepasados. Me decía que si una mariposa se posaba en mi mano lo que debía hacer era pedirle si quería llevarle un aliento al ser querido que ya no estaba entre nosotros. Yo le interrogaba cómo era posible que esto fuera cierto y ella, entre risas, me confesaba que esto era así desde tiempos inmemoriales porque las mariposas eran seres mágicos. Mi atención vuelve a la mariposa y ella sigue posada encima de mi mano y sigue abriendo y cerrando lentamente las alas aunque ya no mueve su larga trompa. Me acerco aún más a ella y le susurro unas pocas palabras cómo me enseñó hacer mi abuela. La mariposa justo cuando he acabado de hablarle, sale volando y veo cómo va elevándose poco a poco hasta que finalmente la luz cegadora del Sol hace que no pueda seguirla más. De nuevo me miro la mano y siento cómo una fuerte sensación recorre mi cuerpo. Primero siento mucha paz y al momento una ola inmensa de alegría que inunda mi ser. Lo único que consigo hacer es repetir una y otra vez las tres palabras que son capaces de llenar mis ojos de lágrimas mientras mi sonrisa se hace más y más grande y mi alegría más y más sincera...

Te Quiero Abuela, Te Quiero Abuela, Te Quiero Abuela...