El viejo ciego




Baja la niña por la calle,

no lo digo yo, lo dicen sus pasos,

y a esa niña hermosa que no puedo ver,

pues ciego de ojos nací

y digo de ojos pues de nada más,

la sigo con mi mirada blanquecina.

Ver no puedo pero sentirla sí,

puedo escuchar su alegre caminar,

oler su fresco aroma de azahar y

oír su cándida voz a la hora de saludar.

Puedo sentirla cómo pocos,

y, aún así, me parece que no la veo,

y sobretodo, que ella no me ve.

Sólo soy un ciego ignorado,

uno más de los que abarrotamos las calles,

nadie especial dónde reposar su mirada,

eso es lo que creo,

pero para este viejo ciego a las puertas de la muerte,

esa niña, que cada día baja la calle,

esa niña hermosa,

es la razón por la que este viejo ciego,

este hombre que ya no se define así,

se levante cada mañana con alegría,

con ganas de vivir ese momento,

esos segundos que esta seguro que llegarán,

ese momento en que esa hermosa niña,

esa niña que cada día baja la calle,

le salude.
 
 


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