Cómo siempre, cómo nunca



No quisiera hacer

de esto un drama

pero lo hago,



no quisiera que fuera así

pero así es mejor,



no quisiera que Octavio Paz

tuviera razón en su poema El Silencio

pero la tiene,



no quisiera que tus besos fueran Recuerdo

pero ya saben a ello,



no quisiera que mis malas acciones

y palabras te hieran

pero ya es tarde para eso,



no quisiera que nuestra razón

fuese más que nuestro sentimiento

pero, por desgracia, así es,



no quisiera olvidar a Whitman, Nervo, Neruda,

Lorca, Machado, Lope y a miles más

pero ahora es difícil volar con ellos cómo antaño,



no quisiera que tus pasos

se pierdan de los míos

pero eso es lo que parece que nos pasa,



no quisiera que mis letras fueran así

pero ya no me queda ninguna razón

para cambiarlas,



no quisiera derramar tantas lágrimas

pero que le vamos hacer,

yo soy así,



no quisiera decir muchas cosas

pero tengo la certeza

que acabarán saliendo,



no quisiera decirte nada más

pero no puedo ni quiero

acallar mi corazón,



no quisiera hacer

de esto un drama

pero lo hago,


cómo siempre

y

esta vez,

esta última vez,

cómo nunca.
 
 


Que me recuerdes (2)



Me gustaría pedirte algo,



siéntate si prefieres o túmbate,

hazlo de pie o acostada,

en tu casa o dónde sea,

hazlo tranquila,

sin prisas,

fúmate un cigarrillo,

si te apetece,

tómate algo fresco,

si prefieres,

hazlo sonriente y descansada

y hazlo cuando quieras,

de día o de noche,

hazlo sin temor ni angustia,

sin pasión ni rencor,

hazlo pausadamente,

hazlo cómo si hubieses nacido ayer,

con tus ojos llenos de inocencia

y tu alma limpia,

hazlo si quieres,

hazlo

al fin y al cabo

cómo quieras,

sólo que a mí,

me gustaría pedirte algo...



que me recuerdes.
 


De quién era el escrito

Me quedé sorprendido de verla allí sentada delante del ordenador sin ni tan siquiera pestañear. Ella no lo hacia nunca y ahora estaba escribiendo sin parar y lo hacía totalmente concentrada, tanto que ni se había percatado que acababa de llegar a casa. Me acerqué a ella pero no me hizo ni caso y cuando insistí, me despidió de malas maneras. No la reconocía pero la dejé en paz. Después de ducharme, ella seguía allí totalmente entregada a su escrito. En casa normalmente escribo yo pero ese día había intercambiado los papeles y nada podía hacer. No quiso cenar y a la hora de ir a dormir, no me acompaño. Estaba mosqueado porque no me había dirigido la palabra en ningún momento, excepto cuando se despachó a gusto cuando había llegado a casa. No sabía que estaba pasando y pensando en ello, me dormí. Al despertarme me di cuenta enseguida que ella no estaba. La casa siempre era diferente cuando no estaba. Me levanté y me fui directamente al ordenador. Busqué el documento último y lo encontré. Antes de leerlo, la llamé y no hubo respuesta. Me senté lleno de nerviosismo y empecé. Cuando acabé, lo había leído de una sola tirada, me quedé sorprendido, gratamente sorprendido. Era la mejor novela que había leído en mi vida. He sido siempre un lector ávido y la novela escrita por ella, superaba con creces tantas maravillosas obras que me habían enamorado a lo largo de mi vida. La volví a llamar y tuve la misma suerte que la vez anterior. Insistí sin ningún éxito. Después de prepararme café, me la volví a leer. Esta vez aún me gusto más. Ella, que no escribía, había sido capaz de crear una maravillosa novela, llena de todos esos elementos que hacen grande un escrito. Estaba asombrado por todo aquello y no me lo podía creer. Así pasé el día hasta que ella llegó. Tan pronto entró en casa, la senté y le pregunté directamente por la novela. Ella me miró y me dijo que no sabía nada de ninguna novela. Le recordé lo del día anterior y ella me repitió que no sabía nada de lo que estaba contándole. Parecía de locos todo aquello y finalmente le enseñe el escrito del ordenador y ella, al cabo de un rato de estar leyendo, me dijo que era muy buena, la mejor que había escrito. Le pregunté que aquello no lo había escrito yo que lo había escrito ella, lo había visto con mis propios ojos. Ella se rió y me dijo que me dejase de bromas, que estaba cansada pero yo insistí que se lo había visto hacer. Ella se rió aún mas fuerte y me confesó que cuando llegó ayer a casa después de trabajar, me encontró absorto delante del ordenador, estaba tan concentrado que de malas maneras la había apartado. No le había dicho nada y tampoco había cenado y esta mañana, al levantarse no me ha querido despertar. Eso es lo que había pasado según ella. No entendía nada, me preguntaba de quién era aquel escrito que tanto me había maravillado. Ella me consoló y después de prepararme una excelente cena, me acompaño a la cama. Se quedó a mi lado acariciándome la cabeza mientras me repetía una y otra vez en voz baja, ay mi cabecita loca! Hasta que me dormí sin tener la certeza de quién era el escrito.


Andarín



El Andante andaba...

Andaba andando...

Andando hecho un andarín...



Andaba y andaba...

y ya había andado hasta darse cuenta,

que estaba andando...



No sólo andaba,

sino que había andado,

y habiendo andado,

seguía andando.



No era andante anónimo,

era andante andarín...

andarín por padre,

andante por madre.



Las andaduras de este andante...

Andarín, para unos pocos,

andante, para muchos...



¿Dónde anda el Andarín?

Andando...

Cuando no, Sonriendo.




Dos Hermanos



En esta mañana por andar

y con este Sol que me empieza a saludar

me dispongo a relatar

otra historia para imaginar.



Un mago atraviesa reinos diferentes

y se interesa por el hacer de sus gentes

atento escucha a todos los presentes

y siempre descubre saberes sorprendentes.



Una noche de cálido verano

de esas que amanecen temprano

mientras recorre un reino muy lejano

ve a alguien señalando que agita la mano.



Desciende rápido sin pensar

y acude allí por si puede ayudar

su sorpresa es enorme al aterrizar

y de la fuerte impresión se queda sin poder hablar.



Finalmente el mago se decide ya más calmado

a preguntar que quería cuando agitaba la mano

y el otro que sabe la respuesta de antemano

le responde que lo ha hecho porque es su hermano.



Observa callado y sorprendido

lo que para él no tiene ningún sentido

y siente cómo se acelera su latido

y se pregunta de dónde habrá salido.



Nada dice y nada hace el de la señal

que sigue mirando la reacción de su igual

a simple vista parece un encuentro desigual

aunque la verdad es que son tal para cual.



Varias lunas han pasado desde ese día

descubriendo el uno en el otro otra sabiduría

y compartiendo todo en completa alegría

y sin el menor atisbo de grosería.



Más lunas y más estaciones

y los dos siguen con sus confesiones

ríen iguales en muchas ocasiones

y ahora en todo encuentran soluciones.



El mago errante dejo de viajar

para con su sangre reposar

y el mago solitario aprendió a renunciar

a su exclusivo espacio y empezó a amar.



No sé sabe con certeza la veracidad

de esta historia de mágica hermandad

pero que dos se llenen de complicidad

siempre es un buen síntoma de felicidad.

 


Vendetta

Solo tenía veinte segundos para hacerlo y aun no había decidido si lo iba a hacer. Quería, lo deseaba pero ahora que tenía una oportunidad única no sabía si sería capaz. Sentía que las fuerzas me flaqueaban. Se cerraron las puertas. Estaba detrás de mí. El ascensor empezó a bajar. Estábamos solos y descendíamos rápidamente, no tenía mucho tiempo. Me decidí. Me giré al momento que sacaba un cuchillo de mi bolsillo y aprovechando la fuerza de mi giro y cogiéndole por sorpresa, le asesté una puñalada en medio del cuello. Empezó a sangrar abundantemente, había atravesado alguna arteria. Vi como su cara pasaba de la sorpresa ante el ataque inesperado a la angustia al comprobar que la vida se le escapaba hasta llegar al color pétreo de la muerte. Murió antes de que se abriesen las puertas.

Los dos escoltas esperaban en el vestíbulo a su jefe. Al abrirse las puertas vieron estupefactos que yacía muerto en una esquina con todo el cuerpo ensangrentado y un cuchillo clavado en el cuello. Sentado a su lado un chico vestido de botones del hotel estaba cabizbajo. Al abrirse las puertas del todo, el chico levantó la cabeza y los dos escoltas vieron en su cara dibujada una sonrisa. Acto seguido sacaron sus pistolas y acribillaron a balazos al chico.

Al día siguiente la noticia ocupaba la portada de todos los diarios. “Muerto el Jefe de la Mafia” en letras grandes y más abajo explicaban como un chico vestido de botones que había resultado ser el hermano pequeño de una camarera del hotel que había muerto en extrañas circunstancias dos meses antes, había asestado una puñalada mortal al Jefe de la Mafia, el Temido Hitsuo Horokei.
 

Un pensamiento



En los muelles de un diván viejo

una vez, se escondió un pensamiento,

era débil e indeciso ante otros

que aparentemente eran más completos.



No tuvo elección, no pesaba nada y

pronto sucumbió al peso de tantos

que pasaron por el diván

y de él hicieron su hogar.



Pasó a vivir en la planta baja, por así decirlo,

y a él todo le llegaba

y nada decía,

sólo creía ser un pequeño pensamiento.



Una noche de agosto,

abandonado ya y maltrecho de por vida,

apareció junto al diván un niño de ojos claros,

parecía contento y no dejaba de mirarlo todo

hasta que sus ojos se posaron en él.



El pensamiento creía que el niño no podía verlo

y por esa razón se había asomado hasta el respaldo para ver,

una vez delante de él, el niño, sin perder la sonrisa,

le preguntó, quién eres y porque pareces triste,

soy un pobre pensamiento, nada más,

y que haces aquí solo,

que recuerde siempre he estado solo

a pesar de estar muchas veces en compañía,

pues que triste pensamiento, le dijo el niño,

eso pienso yo.



El niño, de naturaleza alegre, quiso ayudarlo

y le propuso varias cosas pero el pensamiento

no accedía a ninguna de sus peticiones,

nada quería y poco decía

hasta que al niño se le ocurrió una idea,

ahora vuelvo, le dijo el niño,

el pensamiento sin contestar pensó, no lo hará,

pero al cabo de poco vió cómo el niño regresaba,

traía algo entre sus manos y

cuando llego a la altura del pensamiento le dijo,

mira pensamiento, te he traído un poco de tierra húmeda,

para que la quiero yo, le preguntó intrigado y éste,

con el nerviosismo característico de los niños

que quieren contarte algo,

le contestó sonriendo aún más,

es un regalo para ti,

mira pensamiento, en mis manos

hay un poco de tierra para que tengas un nuevo hogar,

hay un poco de agua para que siempre que quieras te limpies

y puedas ver las cosas de una modo diferente,

también hay un poco de Sol para que te caliente y anime

en los momentos más duros

y finalmente he soplado un poco de aire

para que salgas de aquí y

puedas ir a dónde tú quieras, ser libre.



El pensamiento, tan pronto acabo el niño de hablar,

salto dentro del pequeño montículo de tierra y

una vez fuera el niño, sin dudarlo,

lanzó de sus manos toda la tierra al viento

y el pensamiento, por primera vez en su vida,

supo al momento que era la auténtica Libertad.



Nada se sabe ahora de este pensamiento y

si ese niño es en estos momentos un anciano

pero lo que sí sabemos con certeza

es que lo que hizo ese niño, en esa noche de agosto,

fue lo mismo que millones de personas hacen cada día,

sueltan sus débiles pensamientos al cielo

y los dejan ser libres, los dejan volar

y así ellos mismos son libres y pueden volar.