Sus débiles vidas




Sus dedos temblorosos recogen el lápiz del suelo. Una gota de sangre cae de su boca justo en el momento que otro terrible golpe es descargado sobre su cabeza. Se queda inconsciente.

Su nombre era Guido. Tenía ocho años y ha muerto a manos de su padre. Su débil cuerpo no resistió esta última paliza. Su pequeño cuerpo inerte es lanzado a un río que pronto dará cuenta de él. No fue respetado en vida y tampoco a la hora de su muerte.

Esta fue la vida de Guido y de Elian y de Marian y de Juls y de tantos y tantos cuyos nombres desconozco y desconoceré por siempre porque lo que pretendemos entender como Humanidad está tan lejos de nosotros que aterra con tan sólo pensarlo.



Me gusta ser como soy

    

            Me gusta ser como soy. A veces no ha sido fácil porque si algo no tengo que agradecerle a mis padres es su sobreprotección. Siempre he sido obesa, mi sobrepeso nunca me ha pesado pero a mis padres sí. Piensan que tienen que protegerme de las burlas, los insultos y la falta de educación de los demás pero eso esta de más. Soy obesa pero no por eso me creo diferente a cualquier otra chica de mi edad. Mis kilos son parte de mi y aunque hubo un tiempo, en la adolescencia sobretodo, que quería quitármelos, por suerte, me di cuenta que esto no sería posible. Los demás pueden ver carne y más carne pero yo sé que soy mucho más que eso. Si yo soy carne ellos son huesos, así que estamos en paz.

          Durante muchos años mis padres no me dejaron hacer muchas de las cosas que las otras chicas hacían, siempre utilizaban burdas excusas para prohibirme lo que yo quería hacer. Cuando por fin me fui de casa, a la edad de dieciocho años, mi vida cambió radicalmente. Reconozco que muchas veces encontré a faltar su apoyo pero  eso mismo me volvió más segura de mi misma. Mi primer novio apareció al cabo de poco de independizarme, no era guapo pero fue la única persona que se interesó por mí, así que le di una oportunidad. Fue un desastre, no sabía hablar de nada más que no fuera el fútbol, las fiestas y sus compañeros de trabajo. Pronto me agotó la paciencia y lo mandé a paseo. Aún recuerdo sus últimas palabras, me dijo que no encontraría a nadie más porque alguien que estaba tan gorda como yo no era atractiva para nadie nunca, a modo de respuesta le cerré la puerta en los morros. Me acuerdo haber llorado como una tonta auqnue se me pasó rápido. Me di cuenta que si quería ser feliz no podía pensar en lo que querían los demás de mí sino simplemente ser yo misma y que con el tiempo y un poco de suerte alguien aparecería. Hasta los treinta tuve varios novios pero ninguno de ellos duró mucho. Todos me decían que en la cama era muy buena, que era una persona maravillosa pero ninguno de ellos me abrazó nunca y me susurró al oído lo única que era. Alguno de ellos hasta se llegaron a avergonzar de mí en alguna ocasión porque mi seguridad era algo de lo que no estaban acostumbrados. De aquellos tiempos recuerdo haber pensado que ellos creían que me hacían un favor por salir con alguien como yo pero pasado el tiempo llegué a la conclusión que eran ellos los afortunados por haber estado con alguien como yo. Yo solo quería que alguien me quisiese por lo que era, que no le diera vergüenza, que no estuviese conmigo por el sexo ni porque no supiese estar solo pero estaba claro que aquello me iba a costar más de lo que pensaba.

          Mis padres siempre me hablan de lo importante que es la imagen en los tiempos que corren pero yo no les hago caso ni les escucho la mayoría de veces porque por mucho que hablen, ellos no saben que es vivir siendo obesa. A mí me gusta mi cuerpo, su redondez, su voluptuosidad y en él encuentro un encanto que no comprendo como no anima a más hombres a acercarse a mí. Debo aclarar que en mi vida no he tenido una depresión ni nada que se le asemeje por esta causa, la vida me ha dado muchos golpes pero yo los he sabido encajar y aprender de ellos para hacerme más mujer si cabe. Ahora tengo treinta y cinco años y he conseguido muchas de las cosas que una vez soñé aunque aún no tengo pareja estable. Tonteo con varios hombres pero nada serio, ninguno de ellos ha llegado a susurrarme al oído eso que tanto me gustaría que dijesen, esas pocas palabras que me harían saber que ha llegado el momento en que todo va a ser diferente, que por fin he encontrado a alguien que ve mucho más allá del horizonte, que vuela más alto que las nubes y que brilla más fuerte que el mismo Sol.

              El hombre que sea capaz de decirme con sinceridad...

                                      … eres única.





Macedonia



Cuando me enteré que mi ex esposa estaba con un antiguo amigo me quedé de piedra. Recordé la de veces que habíamos compartido un café recién hecho en lo que era nuestra casa. Antes estábamos ella y yo y ahora estaban ellos y yo. Recuerdo haber sentido ciertos celos por los halagos de mi antiguo amigo hacía ella aunque no les di importancia pues sabía que tenía razón, ella estaba muy guapa en ese tiempo, cosa que ahora no podría afirmar. Más tardé me enteré que ella había tenido varios novios antes que mi antiguo amigo y que él había tenido otras tantas novias antes que ella. Parecía que los dos buscasen algo antes de encontrarse y yo me preguntaba si ellos dos serían la respuesta a sus búsquedas. Sabía que no. Yo, por mi parte, empecé a salir con una antigua compañera del trabajo, nada serio aunque con cierto formalismo. Creía que había encontrado en mí a alguien especial y eso me frenaba a la hora de disfrutar con ella. No era mala chica, era cariñosa, atenta, educada y muy guapa pero no era lo que yo quería. En mi vida, después de un reguero de fracasos, no quería saborear nada más, estaba ahíto de tanto amargor y esperaba algo de dulzura sin compromiso. Lo dejamos al cabo de pocos meses. Mi ex esposa también lo había dejado con mi antiguo amigo, habían durado apenas un año y me enteré que él se veía con otras mientras estaba con ella y por lo que se ve, a ella no le sentó nada bien. Me explicaron que hubo un gran revuelo en el vecindario y que ella tuvo que marcharse del barrio acuciada por la vergüenza. Yo decidí centrarme en mi trabajo y dejar pasar las oportunidades de este tipo, estaba en un momento de mi vida dónde nada que se me ofreciese me atraía, no era apatía, no era indiferencia simplemente era que no deseaba más de ese sabor que a veces la vida te regala. Estaba saturado de las relaciones y de las exigencias que se contraen, estaba harto de comportarme de un modo tan insustancial. A nadie culpaba de ello, a mí en todo caso, pero de ello tampoco hacía un drama. La vida, cómo tal, era simplemente un viaje y como tal había que aceptar que a veces se perdían ciertos trenes. Creía que mi último tren aún no había llegado, no era que lo esperase simplemente pensaba que aún era pronto para que llegase. Mi vida se reducía a mis cosas y yo, yo y mis cosas y fuera de ello no había nada porque nada quería. Era un mecanismo de defensa o una actitud respecto a la vida, no lo sabía. Simplemente vivía y dejaba vivir. Un día apareció en mi vida alguien especial, me sentí vulnerable y desarmado tan pronto la conocí. No era posible que en tan poco tiempo todo hubiese dado un vuelco. Mis cosas dejaron de ser mías para ser suyas, mi yo dejó paso a nosotros, mi casa fue suya y mis sueños eran ella. No sabía como después de haber vivido tanto aquello me devolvía al punto de partida. Era difícil entender aquello, dentro, muy dentro de mí algo se revolvía, luchaba, gritaba pero en esos momentos existía otra voz que lo acallaba todo, era la voz de ella. Dulce, melodioso, siempre con la palabra exacta, con el gesto idóneo, en definitiva, un tren al que me subí sin haber pasado siquiera por taquilla. No sé como sucedió lo que si sé es como acabó. Ella conoció alguien más joven, más dinámico, más emergente y quiso probar. Me dijo que me seguía amando pero que su vida le pedía más y que iba a intentarlo. También me dijo que algún día volvería pero yo no la creí, nadie vuelve al camarote de un barco hundido. Habían pasado unos meses, unos meses de maravilloso sabor a vida y ahora habían terminado de golpe. Sufrí pero no tanto como para perder la razón y de nuevo volví a centrarme en mi trabajo. En él encontré algo de paz y una nueva relación. No estaba preparado, me sentía vulnerable y supongo que simplemente me dejé llevar. Fue intenso, muy ardiente, fue un torrente de emociones que consiguió despertar en mí un nuevo mundo de sensaciones hasta que, sin razón aparente, lo dejé. Más tarde me enteré que aquella chica también había estado con mi antiguo amigo, había sido una de las chicas con las que se veía mientras estaba con mi ex esposa. Pensé que este mundo no era tan grande o que nosotros éramos muy cortos de miras porque la verdad, todos con todos y al final macedonia sin gusto.

Ahora vivo en una cabaña junto al lago, tengo cuarenta y tres años y puedo decir que no me gusta la macedonia.




Con carga diferencial


Hacemos de lo nuestro lo propio y se asemejan tanto como se diferencian, aparecen unidos en ocasiones y en otras, no se conocen de nada. Me recuerda a las capas reversibles de antaño, una cosida a otra pero en lados opuestos. Lo nuestro suena tan profundo y lo propio es tan evidente que no necesita explicación. Lo nuestro, lo propio son dos conceptos de un mismo resultado con carga diferencial, unas son de carga positiva, otras de carga negativa. De todas se sale, eso sí. Ante lo propio mas evidente solo queda una evidencia, el paso adelante, ante la profundidad de lo nuestro, solo queda una melodía. En este bosque animado las hojas hablan al viento, hablan el mismo idioma, sabiéndose imperfectas y vulnerables. Aprendiendo que en un abrir y cerrar de ojos todo se acaba. Entonces lo nuestro y lo propio se unen, se dicen, se tocan, sus caras reflejan el sueño de antaño, las inquietudes venidas y el pan de cada día. Entonces lo nuestro y lo propio adquieren materia y reaccionan al tacto. Simplemente una sonrisa. Es muy nuestro y muy propio sonreír, habita en ese modo que no levanta gritos y entona himnos. Lo nuestro, el Sol. Lo propio, el viento. Simplemente una moneda con dos caras con la misma suerte. Es tan evidente que mueve las hojas, es tan profundo que se la lleva el viento. 

Nada más que decir porque... 
… es nuestro, es propio.






Extractos de la hierba
Hora indeterminada




¿Preparo té?




El viejo Arqueno había creado una tríada, una pretendida superposición de seres interconectados. Era un viejo sueño de juventud, un anhelo de soñador capaz de sobreponerse a si mismo. Años de trabajo laborioso y fértil habían culminado en realidad este viejo sueño. Arqueno creía en la duda, era necesaria para su existencia aunque no era una duda sin decisión sino más bien la decisión puesta en duda. Era como desenvolver el coherente y el incoherente de las cosas hasta su esencia. Esa duda lo había arrastrado hasta allí, el viejo sueño había sido la vía mientras que la duda había sido la locomotora de su anhelo. La tríada se componía de un ser primario, una parte destinada a la conservación integral del conjunto tanto a nivel físico como mental, un ser intermedio que controlaba y daba vida a una existencia más elevada, menos física y mental y más contemplativa, lo que los humanos llaman de un modo despectivo alma, y finalmente una tercer ser que envolvía a los dos primeros y les influía a unos niveles no cuantificables ni perceptibles. Era como cocinar con un rico caldo como base principal. El viejo Arqueno no sabía lo que depararía la tríada a la vida pero si sabía lo que la vida regalaría a la tríada, oportunidades. Miles de ellas, de todas formas y colores para abandonar su primera condición y transformarse en un ser unitario. Era lo que esperaba el viejo Arqueno, era la visión más optimista que tenía sobre su creación aunque no siempre había sido así, le habían enseñado sus tiempos de estudio y perdición que el fracaso era el mejor aliado del éxito, y puestos a comprender al final había acabado aprendiendo.

En su taller y en su mente existían más creaciones, algunas acabadas, otras por empezar y muchas rotas. Era un rompecabezas con figuras que cambiaban de forma cada poco tiempo, era como perseguir una liebre con los ojos vendados, una misión solo para locos. El viejo Arqueno se moría de ganas de volver a ver a su estimada tríada, hacía mucho que había partido y su vuelta se retrasaba aunque bien podía ser que fueran sus ganas más que su razón la que poseyera la verdad sobre su impaciencia. Deseaba escuchar todo lo que le tenía que decir porque al viejo Arqueno le gustaba más escuchar que hablar, era una característica propia adquirida por los años de solicitada soledad. No tardó mucho en volver a su trabajo, habían ciertas creaciones que necesitaban de su atención, de su dedicación. No sería tan autónomas como la tríada pero si serían igualmente reales y plenas. Sus años no le impedían trabajar con destreza y minuciosidad, acostumbrado como estaba a los pequeños detalles que podían cambiarlo todo. Él sabía por propia experiencia que una rotura en cierto momento del proceso podía significar una ventaja en el futuro, conocía bien que los acontecimientos no siempre se presentan como eran realmente.
 
De repente, Lacius grazna dos veces. Alguien espera en la puerta. El viejo Arqueno se levanta sin prisas y un poco contrariado por dejar lo que estaba haciendo. Es la tríada, ahora es mujer y su cabello ha crecido hasta la cintura. Sus ojos también han cambiado de color y su piel posee una tonalidad muy favorecedora. La hace pasar y la tríada, que ahora responde a otro nombre, le sonríe sin cesar, esta nerviosa y con muchas ganas de contarle. Antes, como es su costumbre, Arqueno prepara té. Sabe que entre ellos hay una vida que compartir.  





Imaginante



Solo en un mar en calma. Estrellas celestes y estrellas reflejadas. No existe tierra a la vista, solo estrellas y agua, agua en calma. Mis pies crean ondulaciones a cada paso, pequeñas ondas creadoras de formas y más formas. El silencio es total y por ello nada parece real, el agua, las estrellas, todo parece sacado de la mente de algún imaginante. Una especie de fotografía a modo de punto de partida. Estaba solo pero no me sentía solo, tres pares de ojos me vigilaban desde muy lejos, desde otras esferas, en otros mundos. En sus pupilas cada momento es diferente. Estrellas celestes y estrellas reflejadas en el mar, solo agua en calma. 

Mi proseguir en este imaginante camino no aparece dibujado aquí. Mi calma retorna a su fuero como yo retorno a mi patria. Es otra fotografía sin filtro en la que ahora mismo... 

… aparezco desnudo.




Acaso es esto importante



El Sol despunta por el horizonte y el caminante ya está en marcha. Hace mucho tiempo que ha iniciado su camino y aunque lo hizo bajo unos principios, éstos solo le han enseñado una cosa, una simple máxima, tener principios solo sirve para saltárselos. El caminante lo ha aprendido y da gracias por ello. Bajo intensas pasiones y fuertes tensiones, uno se convierte en uno. No es lo mismo conocer que saber como no es lo mismo saber que entender, es lo que se escribe en su piel dándole forma. Camina pausado, sin prisas, observando y dejándose ver. Nos acercamos un poco más y éste nos sorprende en el límite de la cortesía social. En sus ojos vive la alegría, es algo más que la conocida sensación, es un estado y llevados por la curiosidad osamos y le preguntamos, caminante, hacía dónde vas, y sonriendo nos responde, acaso es esto importante. Nuestras miradas se cruzan y caemos en unos ojos dónde se puede vivir. Pero tendrás algún sitio donde cobijarte, y de nuevo sonriendo nos responde, no puedes cobijarte de lo inevitable. Le pedimos si podemos acompañarlo en su camino y él acepta gustoso. Lo seguimos y comprobamos como su paso se acelera, camina más suelto como si el paso de las horas lo estuviese fortalecido. Nos enteramos que no viaja solo, que es parte de algo más grande, de un universo repleto de estrellas. No lo entendemos bien pero tampoco osamos a preguntar más. No obstante le interrogamos sobre sus quehaceres y su modo de vida y éste nos explica muchas cosas y muy diversas, el caminante habla aunque nunca afirma. Queremos saber si hay más como él, otros que surcan el camino y nos dice que si existen, que hay muchos como él, otros caminantes, otros caminos, otras sendas, en definitiva, otros destinos. Sobre el destino nos referimos en la siguiente pregunta y él nos contesta que nada sabe y que menos cree, una ventaja de irse haciendo viejo.

¿Dónde vive tu felicidad?
En mis pasos.
¿Que tienen ellos de especiales?
Que son propios.
¿Como pueden hablarte si tus huellas quedan en el camino?
Las huellas del caminante viven en el caminante.
¿Nosotros podríamos ser caminantes?
La pregunta sería si vosotros queréis ser caminantes. Hay caminantes que caminan su propio camino y hay otros que aún no han encontrado su senda, debéis elegir antes de empezar, os fortalecerá en los días más duros del camino.
Entonces, ¿qué nos recomiendas?
Nada.
¿Nada?
Simplemente deciros que en cada huella dejamos un poco de nosotros mismos y que en cada huella recogemos un poco de nosotros mismos también.
Entonces, ¿debemos confiar en nosotros mismos?
Nunca caminamos totalmente solos.
¿Pero yo no veo a nadie más contigo?
Eso no quiere decir que no viajen conmigo.

Estuvimos con él hasta el atardecer y a la hora de despedirnos fue muy efusivo. En todo el día se había mostrado alegre y predispuesto hacía nosotros, transmitía verdadera alegría ante nuestro encuentro. Nos sentíamos felices por haber disfrutado de la experiencia del caminante. Nos separamos en las orillas de un lago y es entonces cuando los últimos rayos de día nos regalaron un recuerdo inolvidable. El caminante ante su camino de agua. Una fotografía de un bello momento, de un suspiro no más. Y con ello nos fuimos.


Primer día después de las vacaciones, entrega del trabajo. Nos llaman los primeros y exponemos el trabajo. El profesor nos felicita y cuando llega la hora del almuerzo nos reunimos todos en la cafetería. Muy bien no, pregunta uno, parece que sí, que al fin y al cabo la historia sobre el caminante no era tan mala idea para nuestro trabajo, afirma otro, ¡ya te lo dije yo! El caminante era una opción segura, estaba convencida que iba a gustar, dice la impulsora de la idea, hemos hecho un buen trabajo, sentencia otro que hasta ahora no había participado, podemos estar seguros que sacaremos nota con este trabajo, dice el primero que había hablado. Suena el timbre que llama a clase a los alumnos y justo antes de levantarse la impulsora de la idea pregunta, qué estará haciendo el caminante ahora. Un profundo silencio se apodera de nosotros hasta que alguien responde...

¡A esta hora!  A esta hora ya estará surcando el agua.





Universidad de la Vida
Hora del almuerzo
(una huella cualquiera)